Cuando le conté a una amiga que iba a ir a San Miguel de Allende, me dijo “No te va a gustar. Es un geriátrico”. ¡Bu! Aun así neceé y fui, porque otras personas me habían platicado que tenía lo suyo.
¡Y sí! Es precioso. Pero no demasiado. Tampoco parece el pueblo mexicano de Reino Aventura. Y eso de que haya tantos gringos —que, por supuesto, no hablan español— lo convierte en una especie de dimensión desconocida, donde no hay letreros de “SE RENTA” sino anuncios de real state con la foto de un güero sonriente, los precios se dan en dólares y la salsas no pican.
En la tarde, visita el Museo la Esquina (www.museolaesquina.org.mx), que tiene una buena colección de juguete popular mexicano. Es un recorrido por el país a través de sus artesanías más divertidas: diablos de barro de Michoacán, muñecas de papel maché del Bajío, animalitos de lana de Chiapas, ruedas de la fortuna de bejuco de Hidalgo, alebrijes del Estado de México, alucinantes aviones-serpiente de madera laqueada de Guerrero, etcétera. Hay piezas antiguas y nuevas. Cada año hacen un concurso y premian las mejores.
Para un vistazo a la vida artística actual, lánzate a Fábrica La Aurora (fabricalaaurora.com), un antiguo edificio donde se producían textiles que ahora está lleno de galerías, tiendas y boutiques. Nomás asegúrate de no comer ahí porque la cafetería es horrible. Ya que andas por el rumbo, pasea por la vecina colonia Guadalupe, un hervidero de street art: como esa zona no está protegida, los artistas han aprovechado los muros para hacer de las suyas.
Si vas en coche, no te pierdas el restaurante De Temporada (FB: DeTempradafarmrestaurant). Está en las afueras de la ciudad y es una granja orgánica a la que le “creció” un comedor. Todos los vegetales se cultivan ahí mismo, y la carne viene de ranchos cercanos. Vale la pena el recorrido para probar el pork belly, las sopas con “nieve” y los espectaculares helados, cremosísimos, con sabores extravagantes como hinojo o aguacate, y otros más “normales” como café o zarzamora. Todos los días varían.
Si prefieres no salir del centro, en Casa Chiquita (www.casachiquita.com.mx) puedes probar las mejores pizzas de la ciudad y acompañarlas de cervezas locales independientes. Además, la vista desde la terraza es espectacular. De noche, ve por chelas al Bar San Miguel (en la esquina de Insurgentes y Hernández Macías), una cantina mugrosa con mucha personalidad —pósters de Samantha Fox y José Alfredo Jiménez conviven en armonía—. Cuando estés jaladón lánzate a La Cucaracha (Zacateros 22), para foreverear y bailar.
Y si quieres surtirte de vinos locales (que sí, los hay) puedes ir Carnevino (carnevino.mx), nomás pa no dejar.
La conclusión: en efecto, no es el pueblo más juvenil de la Tierra. Pero una vez al año no hace daño. O hasta dos.
(Tamara De Anda)