El Espacio escultórico de la UNAM es uno de esos lugares que el volcán Xitle nos dejó y que varios artistas tomaron para dejar su arte
Es fácil olvidar que un cacho del sur de la ciudad fue construido sobre piedra volcánica —en específico, la generada por el volcán Xitle, ubicado en las faldas del Ajusco— hace aproximadamente 1,600 años. Parte de la evidencia de este acontecimiento geológico fue recubierta de admirable arquitectura modernista, en el área donde se creó una de las zonas residenciales más pirrurris de la ciudad: Jardines del Pedregal. Otra, sin embargo, permanece al natural, vestida únicamente con la vegetación que obstinadamente creció entre la lava endurecida. Está en la reserva ecológica de Ciudad Universitaria.
Quien haya estudiado en el campus de Ciudad Universitaria sabe que en cualquier momento se te podría aparecer una serpiente o una tarántula en el salón de clases (hablamos de reptiles y arácnidos de verdad, no de humanos horribles, aunque de esos también hay). También que, de repente, habrá que rescatar a algún tlacuache atrapado en un bote de basura. Estos seres viven, junto con decenas de especies animales y cientos de vegetales, en las 237.3 hectáreas que conforman la reserva, un área enrejada y protegida a la que los humanos no tienen acceso, aunque no falta el estudiante aventurero que se mete a explorar y sale todo espinado y picoteado.
El punto donde mejor se disfruta de esta área es el Espacio Escultórico, que fue concebido con la idea de que el arte y la naturaleza convivieran en armonía. Entre la maleza se encuentran desperdigadas las estructuras monumentales: las serpientes del Pedregal y Ocho conejo, de Federico Silva; Ave dos, de Hersúa; Coatl, de Helen Escobedo; Colotl, de Sebastián; Corona del Pedregal, de Mathias Goeritz y Variante de la llave de Kepler, de Manuel Felguérez. Si eres Puma y nunca te tomaste la foto con estas obras, ¿realmente pasaste por CU?
La pieza más famosa del conjunto es el anillo de 120 metros de diámetro, rodeado por estructuras triangulares de concreto, y que al centro conserva los ríos de lava tal cual los esculpió el azar terrestre. Parece un centro ceremonial y de alguna forma lo es. Cualquier estudiante unamita te lo podrá confirmar. Pacheco o sobrio, aquí te conectas con el planeta y te cae el veinte de que eres un puntito insignificante en la historia del universo, que en cualquier momento a la Tierra le sale otro volcán como a ti un barro en la nariz, que hay que disfrutar la transitoriedad de la vida… aunque el estúpido edificio H de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales arruine la poesía y te devuelva abruptamente a la tonta realidad.
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