“Puede ser la mejor hamburguesa de señor que te hayas comido”, me dijo un lector en algún comentario de Facebook o Instagram. ¿Ah, sí? Hmmm, sonaba como un reto para un servidor. Después de mucho procrastinar, me di a la tarea de visitarlos. Escogí domingo en la tarde-noche para que no estuviera muy lleno. Llegué a Gardela y lo primero que vi desde la puerta fue al señor López Dóriga (sí, el de la tele), el famoso “Teacher”, sentado en una mesa central. Vaya, mejor imagen de señor no podría haber tenido. No había modo de no entender el lugar como lo que es: un restaurante de carnes, caro, de señor.
Me senté y casi ni tuve que ver la carta. De reojo nomás leí “Hamburguesa Gardela” y supuse que esa era la buena. La burger insignia siempre debe de ser la mejor. Sus detalles sonaban impresionantes en papel: 200 gramos de picaña, tocino, queso, cebolla caramelizada, lechuga y tomate. Todo sobre un bollo propio, hecho ahí mismo. Me hizo sonreír.
Primera mordida y ¡téngale! Gran sabor. Muy grasosa, pero gran sabor. La picaña es una curiosa elección para el platillo. Ataqué sin tregua y pasó a mejor vida con cierta dificultad. La verdad lo difícil no fue el gramaje, sino la grasa. Creo que esta pecó con un amplio exceso. Entre la grasa de la carne y la de la abundante porción de tocino (que siempre se agradece, pero a veces es demasiado), el río de grasa fluía. Creo que es demasiado. El sabor de la carne se pierde en ese detalle y en otro importante: resulta ser un tanto salada. Tendré que regresar a comer un buen corte, que se veían espectaculares. No mata, pero, a fin de cuentas, se defiende. Regresaré.