Dos hombres, unidos por la misma sangre y separados por el tiempo, enfrentan los días con miedo. Ambos intentan huir de un pasado oscuro que los persigue.
Una de las historias tiene lugar en el México actual. Omar Rojo Almansa es descendiente de españoles. Vive en Guadalajara y, hasta hace poco tiempo, trabajaba junto a su tía y amante, Catalina, en una tienda de antigüedades. Todo eso hasta antes de que el Mariachito, un líder sindical ferrocarrilero, decidiera acabar con la vida de la anticuaria. Pero algo sale mal y ambos caen fulminados.
Siendo el único testigo del crimen (y sumido en una extraña mezcla de viudez y orfandad), Omar se ve obligado a escapar del Concho, un extravagante y peligroso sicario que trabaja para el sindicato. En la mente del joven sólo está Madrid, la ciudad de la que tanto le habló su madre durante la infancia. Un lugar lleno de promesas y en el que le espera la paz y tranquilidad que supone saberse un desconocido.
Y a varios años de distancia (en torno a la época de la Guerra Civil Española), está Yago Almansa, un joven republicano que trabaja en la publicación de un pasquín llamado Prensa Obrera. Contrario a su hermano y su primo, dos valientes héroes de guerra, Yago es gris y tiene miedo. Su historia también es una constante huida: dejar España para llegar a Méjico, la tierra prometida donde la serenidad los espera.
Se trata de una historia que nos lleva de un lado del Atlántico al otro, de una época a otra, de una lengua a otra. Dos libros (o varios más) completamente diferentes hilados con total maestría para que parezcan uno mismo.
Méjico no es sólo una novela divertida que atrapará a cualquier lector. Se trata, también, de un libro que confirma a Ortuño como uno de los mejores escritores mexicanos de su generación y que demuestra su capacidad para hablar de diferentes temas y sobre diferentes épocas como si él mismo lo hubiese vivido todo.
(Méjico. Antonio Ortuño. Océano. México, 2015. 235 páginas. 235 pesos)