Hoy concluye “Ya no, todavía no”, exposición de Iñaki Bonillas. Platicamos con él sobre ese homenaje a las manos y al libro
Para su primera exposición en kurimanzutto, Iñaki Bonillas (Ciudad de México, 1981) se planteó desarrollar un proyecto que intentara abrazar todo lo que ha venido haciendo desde su primera exposición, en 1998, hasta la fecha.
“Mis orígenes giran alrededor de haber sido asistente de diversos fotógrafos, uno de ellos —quizá el más importante para mí— fue Carlos Somonte, a quien le estuve ayudando de chavito”, cuenta Iñaki en entrevista.
Al salir de la escuela, Iñaki se iba al estudio de Somonte, donde atestiguó un momento clave en la fotografía. Tuvo que aprender y ver cómo se trabajaban los métodos análogos de impresión. Ya podía avizorarse que pronto llegaría la fotografía digital a hacer replantear muchas cosas.
“Podíamos intuir que acabaría con todo lo que yo estaba aprendiendo, de manera que me sentía en una especie de contradicción: apren- diendo algo que pronto no me iba a servir para nada”.
Más adelante, Iñaki descubrió un ensayo de Hannah Arendt en el que la filósofa habla de esos vacíos en la historia en los que dos mundos, casi opuestos, pueden convivir en un mismo espacio y un mismo momento, cuando algo ya no es de una época, pero todavía no desaparece del todo.
“Con el paso del tiempo he tenido la sensación de que ese mundo del que yo vengo justamente podría inscribirse en lo que Hannah Arendt menciona como el ‘ya no, todavía no’, es algo que me ha ido pasando a lo largo de los años; procesos con los que yo contaba desaparecen de pronto. Por ejemplo, me parecía muy interesante trabajar con diapositivas y hacer proyecciones de diapositivas, y es algo que hoy en día ya no es posible en la Ciudad de México cuando antes era algo muy común”.
Además, Iñaki quería que esta exposición fuera una especie de ho- menaje a todas las manos que participan en sus proyectos, pues al trabajar con un medio como la fotografía, normalmente él no se hace cargo de todos los pasos a seguir en la construcción de una imagen.
“Hay toda una investigación previa que yo hago y toda una serie de estudios y bocetos, pero en la materialización siempre hay otras manos que participan en la construcción de mi obra; trabajo muchas veces con estudios fotográficos, con diversos laboratorios de impresión. Y esas manos generalmente nunca se ven, quedan desplazadas o en la sombra, de manera que pensé que era la oportunidad de traerlas al centro”.
Así fue que cobró forma “Ya no, todavía no”, expo en la que disecciona la hechura de un libro y se reúnen distintos procesos de trabajo que Iñaki revisó y estudió para el proyecto.
Ese deseo de llevar al centro de la expo las manos y diversas técnicas que se encuentran en desuso influyó también en que los trabajos fueran colocados en mamparas, y no en las paredes de la galería. “Era traer justamente lo que está al margen al centro del espacio”.
Desde el punto de vista de Iñaki Bonillas, se ha venido perdiendo o deteriorando lo que el cineasta francés Robert Bresson llamó “la inteligencia de las manos”. Cuando Iñaki aprendió el oficio de la fotografía, veía la importancia de las manos para construir una imagen, y hoy, en esta época en que la cámara se ha fundido con el teléfono celular, la mano ha quedado casi desempleada.
“Toda esa destreza que nos pasamos siglos mejorando ya no sirve para nada, y no solo en la fotografía, sino en otro tipo de prácticas, como la imprenta. Para mí, era importante hacer este proyecto en México, porque en otros países se han retomado prácticas antiguas o conocimientos olvidados o en desuso que alguien reactiva, pero en México, muchos de ellos siguen vivos: hay tallercitos que siguen funcionando como lo han hecho toda la vida, generación tras generación. Todo esto me parecía que debía fundirse en un libro imaginario, uno que además fuera hecho a mano”.
Para crear ese libro imaginario había que empezar desde cero, desde la elaboración del papel hasta la construcción de una imagen como si viviéramos en un siglo donde la era digital todavía no se impusiera. Esa idea dio como resultado los 26 trabajos que pueden verse en las mamparas, y un libro, “El libro de los procesos”, el único trabajo que vemos detrás de una mampara y al final del recorrido.
“La exposición es un libro, un homenaje al libro, y el libro es una exposición. Es una especie de homenaje a las dificultades de hacer una exposición. También por ello están dispuestos los trabajos en las mamparas, porque hacer una exposición es ir sorteando obstáculos, y eso es lo que el espectador quizá sienta ahí”.
Como parte de la investigación para la expo, Iñaki descubrió que en México existía la posibilidad de hacer fotograbados —hasta ahora, había trabajado con Niels Borch Jensen, un impresor de Copenhague—, y su sorpresa fue mayor cuando supo que podían trabajar heliograbados, una técnica antigua y casi obsoleta.
“Fue una sorpresa maravillosa encontrarme con un taller en la Santa Maria la Ribera que hace las cosas a la antigüita, pero además de una manera muy ambiciosa y desbordada. Este proyecto abrió la puerta a un sinfín de nuevos posibles colaboradores. Lo que sí es que siempre he estado enamorado de los libros, y esta exposición es una especie de declaración de amor al libro, y me imagino que ese amor seguirá creciendo”.