El hip hop es un género de canciones, mas que de álbumes. Son pocos sus exponentes capaces de crear una obra de doce o quince o veinte piezas sin desperdicio. Sí, a lo largo de su historia ha habido discos de larga duración a los que de principio a fin les sobran méritos artísticos (cualquiera de los primeros de De La Soul o A Tribe Called Quest o Public Enemy, pasando por el debut de Snoop Doog, el “Black Album” de Jay-Z o cualquiera de Kanye West) pero la verdad es que son francamente escasos, sobre todo si se toma en cuenta la enorme cantidad de hip hop que se produce actualmente y el prominente rol que juega dentro de la cultura popular global.
Quizá por eso existe tanto entusiasmo ante “To Pimp a Butterfly”, el nuevo álbum de Kendrick Lamar, un tipo que no solo está recibiendo críticas resplandecientes, sino que además acaba de romper un record interesante: casi diez millones de personas lo escucharon en Spotify durante el primer día que estuvo disponible. Señal de los tiempos que vivimos.
Lamar, un tipo de 28 años, nacido en Compton, barrio de Los Angeles predominantemente afroamericano, donde la violencia difícilmente da treguas, se ha hecho de reputación gracias a sus impecables rimas, en las que retrata de manera precisa —cinematográfica, dicen algunos— la vida en las calles, lo que significa ser joven y negro en pleno siglo XXI. Pero además de su virtuosismo lírico, habría que destacar la gran imaginación que muestra al elegir la música que acompaña a su discurso, desde jazz cósmico hasta funk denso, reconociendo en todo momento la riqueza cultural de sus antepasados. Apenas estamos en marzo y ya se quedé el 2015. Difícilmente saldrá este año otro disco tan trascendente, tan popular y tan deslumbrante.
(Rulo / @ruleiro)