Fotografía: cortesía Texto por Marisol Martínez.
En la colonia Algarín, además de la prominencia de las imprentas, se esconden vestigios históricos y una rica tradición literaria. Descubre su fascinante historia.
La colonia Algarín, en la Ciudad de México, es reconocida por ser un centro de impresión a gran escala, pero va más allá de eso. En sus calles, se entrelazan la historia, los poetas y la transformación de la ciudad.
Figuras literarias como José María Bustillos, Bernardo Couto, Juan E. Hernández y Dávalos, y José Toribio Medina dejaron su huella en la Algarín. La primera casa registrada en el barrio se construyó en la década de 1910, cuando el valor del metro cuadrado de terreno oscilaba entre 25 y 30 centavos. Pertenece a la historia de un español de apellido Mayo, quien estableció una miscelánea llamada “La Fortuna” en la actual Avenida Casa del Niño, hoy conocida como José Toribio.
Al pasear por la Algarín y su vecina, la Obrera, en pleno siglo XXI, se revela que las imprentas son el corazón de estos barrios. Calles como Isabel la Católica, 5 de febrero, Juan E. Hernández y Dávalos, José Peón Contreras y Fray Juan de Torquemada albergan locales que solían ser casas y que ahora ofrecen servicios de impresión, diseño y serigrafía.
En la Algarín, prácticamente puedes imprimir lo que desees. Pero este barrio también guarda su propio pedazo de historia. En el número 68 de la calle Bernardo de Couto, durante años se transmitió la hora exacta por minuto con el lema: “XEQK proporciona la hora del Observatorio, misma de Haste. Haste, la hora de México, un nuevo concepto del “tiempo”. La señal se enviaba por vía telefónica desde la estación de radio XEQK-AM, con transmisiones remotas desde el Palacio de Bellas Artes.
Aunque el transcurso del tiempo ha cambiado la apariencia de la colonia Algarín, aún se conservan algunas estructuras que atestiguan sus primeros años de existencia. No existen documentos oficiales que expliquen el origen del nombre “Algarín”, pero la tradición oral sugiere que se debe a los Algara, los antiguos dueños del terreno. El apodo cariñoso de “Algarín” se le otorgó al hijo mayor de la familia y se extendió a toda su descendencia.
Antes de la urbanización, la zona era conocida por sus campos de cultivo regados por el Río de la Piedad, que bordeaba el sur antes de ser canalizado. Incluso se dice que alrededor de 1915 había un campo de aviación en la zona.
*Texto adaptado para Máspormás
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