Con menos de una década de vida, la Fonoteca es, sin lugar a dudas, uno de los espacios culturales e históricos de mayor relevancia en la capital, así como un gran esfuerzo para conservar el patrimonio sonoro mexicano.
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Sobre el número 383 de la calle Francisco Sosa, en un inmueble que data de la época del Virreinato, también conocido como Casa Alvarado, se encuentra la Fonoteca Nacional. Tan solo durante el siglo XX, esta casona fue sede, entre otras, de la librería de la Secretaría de Educación Pública y la biblioteca de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
También fue la casa en la que Octavio Paz vivió durante cuatro meses, antes de morir de cáncer y flebitis, en 1998. Seis años después, la Secretaría de la Función Pública le permitió al Conaculta disponer de las instalaciones para convertirlas en la sede de la Fonoteca. Fue así que, hace casi una década, la mayor institución encargada de cuidar y difundir la memoria sonora del país fue inaugurada de manera oficial.
Entre los distintos espacios de la Fonoteca, destaca la sala de lectura “Salvador Novo”, donde se albergan más de dos mil volúmenes sobre sonido, música y temas afines. Además, el trabajo de la institución abarca el impulso a la experimentación artística. El jardín fue diseñado por el arquitecto holandés Kees van Rooij.