Pobre Björk. Algún delincuente puso a circular en Internet su nuevo disco, “Vulnicura”, meses antes de que se pusiera a la venta. Sin embargo, tras escuchar el disco, este robo y el subsecuente cambio de planes parecen ser los menores de sus males. La legendaria (si, se que este adjetivo se suele usar muy a la ligera pero en este caso les aseguro que no) cantante islandesa tiene el corazón deshecho. Eso se concluye sin ninguna dificultad tras leer las letras de sus nuevas canciones. Su larga relación con el artista Matthew Barney —padre de su hija Isadora y compinche en algunas aventuras artísticas— murió y la herida profunda ha producido nueve canciones inclementes.
Estamos ante un disco de pérdida. De sanación. Las letras son explicitas en este aspecto. Pero la música también. Es una colección de nueve canciones casi todas muy largas, que se arrastran lentamente y con una buena dosis de dramatismo. Son difíciles describir y aun mas de encasillar. Lo que predominan son oscuro sonidos electrónicos de avanzada, cortesía de la misma Björk y los productores que ha elegido como cómplices en esta ocasión, el joven venezolano que es conocido como Arca y un inglés que utiliza en nombre de batalla de Haxan Cloack, y arreglos de cuerdas.
La música que hacen juntos en algunos momentos es francamente terrorífica. En otros impenetrable, solo para iniciados. También hay instantes conmovedores. Pero eso si, nunca deja de ser interesante. Habrá quien diga que suena a cualquiera de los trabajos recientes de Björk. A este reseñista le parece una obra superior a prácticamente todo lo que ha hecho en la última década. Es particularmente espectacular la pieza mas larga, que curiosamente está casi a la mitad, “Black Lake”. Ahí se encuentran todas las claves para descifrar esta obra, que por cierto, mas que otros discos, se recomienda escuchar con unos buenos audífonos, para apreciar sus finos detalles.
(Rulo / @ruleiro)