Hacia el norte, en Santísima y Emiliano Zapata está el templo de la Santísima Trinidad, un ejemplo notable de la arquitectura barroca de mediados del siglo XVIII, planeado por el arquitecto Ildefonso de Iniesta Bejarano para reemplazar otra capilla más antigua que había sido patrocinada por el gremio de los sastres. Destaca por los múltiples detalles de la portada y, en contraste, los retablos son de un sencillo estilo neoclásico; para rescatarlo del hundimiento se creó una explanada en un nivel más bajo, cerrada al tránsito vehicular. En este rincón habitó el escritor español Francisco Cervantes de Salazar, autor de la famosa crónica México en 1554, tres diálogos latinos.
A un costado de la iglesia se fundó el Hospital de San Pedro en la segunda mitad del siglo XVII. El conjunto fue fraccionado en la época de la Reforma, aunque sus dos patios siguen en pie hasta nuestros días, ocultos en el paisaje del rumbo; al principal se accede por el edificio de Santísima 8, mientras el secundario sobrevive en Margil 9 y todavía luce la fachada original.
En los alrededores es posible encontrar vecindades como la de República de Uruguay 171, ubicada frente al claustro mercedario, o la de Margil 5, a unos pasos del Mercado de Mixcalco; ambas conservan la escalera central y la distribución interior. Otro punto de gran tradición es la Plaza Juan José Baz o de “La Aguilita”, trazada en 1867 donde había estado el Callejón de Curtidores, y también hay que visitar la Casa Talavera, una residencia colonial que hoy funciona como centro cultural.
La apertura del Anillo de Circunvalación en los años 50 modificó el trazo urbano de la zona, que tenía fama de peligrosa, y espacios como la Plazuela de Palomares o el Callejón de los Titiriteros sólo quedaron en crónicas y mapas. Del lado oriente de la avenida se levanta la parroquia de Santa Cruz y Soledad, que fue la séptima edificada en la Ciudad de México. En un predio vecino se estableció la Santa Escuela de Cristo, que dio nombre a la calle aledaña.
Justo frente al cruce de Circunvalación y Misioneros permanece el Templo de Santo Tomás la Palma, rodeado por el mercado de flores y el de dulces. Fue construido en el siglo XVI y sufrió algunos cambios en el XVIII, pero su pequeño claustro continúa siendo un remanso de silencio.
A unas calles, San Pablo era el corazón de Teopan o Zoquipan, uno de los cuatro barrios de origen prehispánico que heredó la metrópoli virreinal. La primera iglesia abrió sus puertas en el siglo XVI, y años después de su clausura se convirtió en el auditorio del Hospital Juárez, con un imponente retablo de piedra en el interior, único en la capital, además de la arquería que delimitaba la capilla abierta; también el antiguo colegio se mantiene en muy buenas condiciones.
Para continuar el culto a San Pablo, entre Topacio y Jesús María se erigió una nueva parroquia, obra del arquitecto Antonio González Velázquez concluida en 1803. La decoración es de estilo neoclásico.