La escena es tan trágica que, mientras la contemplas, en cualquier momento podrías empezar a oír música lacrimógena dentro de tu cabeza: un perro —encorvado, cabizbajo, con las costillas marcadas de tan flaco que está— tiene ademán de caminar dolorosamente, con dificultad. Es de bronce, pero tú lo quieres abrazar, comprarle un taco de bistec, llevártelo a tu casa. ¡Pelusooooo! ¡Pobre criatura! ¡¿Quién te ha hecho esto?! ¡Maldita sea la humanidad!
Como si fuera leña para el fuego de tu conmoción, hay una placa donde “habla” Peluso —un perro viejito que murió unos días antes de que se colocara el monumento, en julio de 2008, y cuya efigie representa a millones de animales en desgracia—: “Mi único delito fue nacer y vivir en las calles o ser abandonado. Yo no pedí nacer y a pesar de tu indiferencia y de tus golpes, lo único que te pido es lo que sobra de tu amor. ¡Ya no quiero sufrir, sobrevivir al mundo es solo una cuestión de horror! ¡Ayúdame, ayúdame por favor!”. Snif.
El monumento al perro callejero es un homenaje a los caninos chilangos —y de todo el mundo— que no tienen casa, que son maltratados por la tontísima especie humana, que sufren hambre y torturas… pero que a pesar de tanto dolor, mueven su colita a cambio de una caricia.
¿Ya estás llorando? En caso de que no, lo que sí te va a provocar ojito Remi es ponerte a leer las historias de Milagros Caninos, fundación dirigida por Patricia Ruiz que tuvo la iniciativa de crear la estatua. Esta fundación se encarga de rescatar a perros que la han pasado muy mal, que han sufrido maltrato extremo y de plano mutilaciones, que están enfermos o tienen una discapacidad congénita o adquirida. Estos animales viven en un santuario en Xochimilco, el cual abre al público una vez al mes. Y ahí sí, al verlos correr con sus prótesis de rueditas o caminar medio a la deriva porque no ven, el corazón se te va a hacer aguadito.
El monumento al perro callejero está en la esquina de Moneda e Insurgentes, en la orillita del Centro de Tlalpan. Y en www.milagroscaninos.org te puedes enterar de cómo y cuándo visitar a los Pelusos que, al fin, se encuentran tranquilos y contentos.
Foto: Lulú Urdapilleta.