La Pirinola es una asociación que ayuda a que las personas con discapacidad intelectual sean independientes
En la capital del país hay 481,847 personas con alguna discapacidad, de acuerdo con el Inegi. Aunque hay campañas para combatir la discriminación, para Fernando Rivera, director de La Pirinola A.C., la población en general suele tratarlos de manera diferente, de forma despectiva e infantil, sobre todo si se trata de un trastorno intelectual.
La Pirinola A.C. es una asociación civil que lleva aproximadamente 20 años trabajando con jóvenes y adultos en esta situación. Lo que busca es promover la integración a la sociedad y la salud de las personas con síndrome de Down, autismo y otros trastornos, hacerlos autónomos y desarrollar sus intereses al máximo. Para ello, estimula su expresión y creatividad por medio de actividades que les ayudan a encontrar su lugar en el mundo. “La visión de la institución es desde una perspectiva social, es decir, que puedan interactuar, ser activos en la sociedad como ciudadanos que ejercen sus derechos en equidad”, asegura Fernando.
Desde esa perspectiva, La Pirinola A. C. tiene dos ejes fundamentales: uno enfocado en medios de comunicación y otro relacionado con la parte educativa-formativa. Gracias al primero, en el Imer se transmite todos los sábados el programa La Piriniola 4 x 4. Su equipo de producción está conformado por personas con discapacidades diferentes, quienes producen, coordinan y generan el contenido. También organizan exposiciones fotográficas, de arte, talleres de animación, y recientemente participaron en la producción de un documental sobre discapacidad. Por otro lado, está el centro formativo. De acuerdo con Fernando, lo que hacen es “generar contenidos, programas y acciones que contribuyan a un cambio en la cultura de la discapacidad intelectual, desde la visión de reinserción social hasta la participación activa”.
La historia de La Pirinola comenzó en el año 1995, cuando Lourdes Silva, presidenta de la asociación, organizó un espacio para trabajar con personas con discapacidad en un museo. El proyecto llegó a su tiempo límite, pero la gente pidió que el espacio siguiera. Por ello, junto con su esposo Elías Levín y un grupo de trabajo, continuó dando talleres durante 15 años. En el periodo 2010-2011 pudieron abrir el centro formativo, donde colabora Fernando junto con otras seis personas.
“Lo que hacemos es trabajar desde una visión diferente, porque lamentablemente las instituciones formativas son demasiado escolarizadas. Otro aspecto importante es que no hay una perspectiva del ser adulto ni planes a futuro. Nosotros trabajamos en la construcción de un proyecto de vida, enfocado en el comportamiento de la persona de acuerdo a su edad, que reconozca que tiene la capacidad para hacer las cosas, y en un cambio en la dinámica familiar, porque si en casa la siguen tratando igual, nuestro trabajo no tiene caso. Además, están acostumbrados a que alguien les resuelva, a que siempre les digan que sí, a no tomar decisiones. Ese es el primer reto: borrarles el casete y enseñarles que hay otras formas”, cuenta Fernando.
(Fotos: Cortesía)