A este chipi chipi molesto y de gotas milimétricas no se le puede llamar “lluvia asustapendejos”, ¿qué es? Está un frente frío y una tormenta de invierno jugando a las vencidas. Y en medio de la pugna: el Valle de México. Específicamente: yo tratando de ponerle azúcar a mi café con leche. A los granitos se los lleva volando el viento agresivo que, además, me despeina el fleco.
Los chorritos de agua que empapan diariamente hasta la cintura a la Diana Cazadora se muestran interesados más bien en los parabrisas de los autos en la glorieta. Trato de tomarle foto a la escultura, pero con este clima no se puede ni sacar el celular. Duele subir cosas al face o tuitear o textear porque de inmediato las corrientes frías que vinieron desde el Polo Norte nos entumen las manos.
Todo Paseo de la Reforma está lleno de hojas y ramas desangeladas. Más de 200 árboles se vinieron abajo, ni que tuviéramos tantos. Varios anuncios espectaculares también. ¡Nadie comprará los productos que anunciaban!
Cuenta el meme que hasta un trompo de carne al pastor conoció suelo. La expresión “le hace lo que el viento a Juárez” no aplica a la colonia Juárez, el polvo de las construcciones se le mete a uno en los ojos y las faldas de las señoritas son alzadas, esta vez no por anónimos patanes. Contradictoriamente, el cielo está azulísimo y un arcoíris fotogénico sonríe tristón. En la plancha del Zócalo los militares encargados de bajar y doblar la banderota se ven en dificultades y son auxiliados por varios ciudadanos que iban pasando por ahí, incluso un par de niños ayudan a salvaguardar nuestro lábaro patrio. ¡Ah, méndigo aironazo! Cuando la gente en el futuro se queje del clima yo les diré “nada comparado con aquel 10 de marzo de 2016”.
No hay cosa menos millennial que sentir melancolía por un pavoroso fenómeno climático. Me estoy volviendo viejo.