El pintor y muralista oaxaqueño ha creado obras que buscan que, tanto en el país como fuera de este, quienes las vean conecten con su naturaleza y su técnica. Foto: Cortesía
Carlos Bazán Ramos se acercó a la pintura como muchas niñas y niños: jugando. Le gustaba tomar palos y crear dibujos en la tierra, exprimir los tallos de las flores y ver cómo salía un líquido medio verde o blanco para hacer formas con las hojas. Hacía monitos, figuras, imaginaba cosas en las nubes; todo servía de inspiración.
La diferencia entre este artista mexicano y otros infantes, quizá, es que creció dentro de una comunidad indígena en Oaxaca, algo que influyó en sus futuras obras llenas de colorido, naturaleza, mitología, tradición y hasta un toque de arte chicano.
“Como a los 13 o 14 años fui conociendo más de los colores, de las crayolas, de los pinceles, de los aerosoles, y empecé a hacer mis primeros trazos, pero en esta cuestión ya cercana al graffiti, porque lo empecé a imitar a través de unos conocidos, de un tío principalmente.
“A él le mandaban revistas de Estados Unidos y en estas revistas venía mucho arte chicano, muchas cosas con tatuajes, autos tuneados, letras tipo ‘placas’”, relata el artista nacido en 1993.
A sus padres no les gustaba mucho que retomara esas expresiones artísticas —incluso le dijeron que “pintara cosas bonitas”—. Fue por eso que ingresó a talleres, al tiempo que cambiaba a otros pueblos para continuar su educación. Al entrar al nivel medio superior, llegó a una casa de la cultura en la que conoció al maestro español Enrique Martorell, con quien practicó las técnicas de dibujo a carboncillo, lápiz, acuarela, gis pastel, acrílicos y óleos.
“Y fue que me enamoré de la pintura y dibujo. A partir de ahí me aferré a este sueño y no lo quise dejar. Gracias a esa aferración [sic] mía, hasta ahora me sigo dedicando a esto”, platica el muralista.
Su fuente de inspiración
“Yo digo que somos el reflejo de nuestro entorno y traemos cargando todos nuestros recuerdos desde siempre como seres humanos, también sueños que pueden ser de nuestros padres y abuelos, somos parte de un camino que no tiene fin, porque la vida misma es un ciclo; de ahí parto, de cómo somos eso”, subraya Carlos.
El pintor proviene de San Cristóbal Suchixtlahuaca, perteneciente a la zona chocholteca de Oaxaca. De acuerdo con él, es la parte más árida del estado que colinda con la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán, por lo que hay muchos magueyes, nopaleras, xoconostles, cactus, sabinos, algunos ríos y manantiales.
Esos regalos, y otros más, de la Madre Tierra los agradece a través de su arte, de forma que busca hacer conciencia en algunas piezas de la importancia de cuidar todo lo que nos rodea y coexistir con ello.
Expansión de su creatividad
Carlos ha obtenido diversos logros dentro y fuera de México. En 2010 realizó junto con Martorell unos murales para Teposcolula acerca de la conquista en la zona, así como sobre el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Mientras que para 2019 su arte llegó al remake de Disney de Party of Five, llenando con sus colores los espectaculares y carteles de la serie.
Además de diferentes estados del territorio nacional, ciudades como París, Barcelona, Miami, San Diego, Nueva York, El Paso y Los Ángeles, entre otras, han recibido su trabajo en exposiciones públicas y colecciones privadas. Pero ¿es complicado para un artista oaxaqueño alcanzar reconocimiento?
“Siento que cada uno de nosotros somos parte de un camino que ya viene desde generaciones atrás y, como creadores o artistas plásticos, ese camino ya lo vienen recorriendo grandes maestros de la pintura; por ejemplo, Miguel Cabrera, que era un pintor novohispano, uno de los máximos exponentes de la pintura barroca en el Virreinato; Rufino Tamayo, que también abrió grandes puertas a los oaxaqueños y a los mexicanos; Francisco Toledo o Sergio Hernández. Así, siento que el arte, en este caso oaxaqueño, ha tenido abiertas las puertas por los mismos oaxaqueños.
“En Oaxaca ya hay más galerías, más museos, hay más formas de dónde poner nuestro trabajo, no como hace años que todavía no estaban abiertas esas puertas, y también en el país hay grandes maestros de la pintura mexicana que ya sentaron grandes bases. Gracias a ellos, hay caminos por donde ir… También ahora están las redes sociales, internet, que de cierta forma acerca nuestro trabajo al mundo”, contesta.
La pandemia ha dificultado la difusión cultural, por lo que pide al gobierno no dejar que museos, galerías, centros culturales y casa de cultura cierren, pues colegas y artistas aprenden de ahí.
“En mi caso, siempre que voy a una ciudad trato de ir a visitar estos grandes templos para nutrirme y seguir aprendiendo de los grandes maestros que ahí exponen, y también es necesario que se siga acercando el arte a las comunidades”, concluye el creativo mixteco.