Leyendas chilangas: los monjes del Desierto de los Leones

Ciudad

Apartado de la civilización y rodeado de una inmensa tranquilidad, el Desierto de los Leones guarda entre sus paredes una gran historia que ha desembocado en varias leyendas.

Cuesta mucho creer que existe un lugar en la Ciudad de México donde no hay ruido de los autos ni contaminación ni el estrés de las miles de personas que diariamente recorren sus calles, sin embargo, este sitio cumple con todas las características.

El Desierto de los Leones, decretado como Parque Nacional en 1917, es prácticamente un paraíso natural. Su historia comenzó hace más de 400 años, cuando fue elegido por los monjes de la orden de los Carmelitas descalzos para edificar ahí su convento, gracias a que estaba ampliamente alejado de las grandes poblaciones.

Así edificaron enormes construcciones, donde los monjes vivían con reglas bastante estrictas y entregados totalmente a sus deberes espirituales, pues sólo podían salir del convento dos veces al año y tenían que guardar en extremo un voto de silencio. Incluso, existe una pequeña construcción llamada la Capilla de los Secretos, en la que los habitantes del convento se comunicaban a través de los orificios que hay en las paredes para hablar únicamente de motivos religiosos.

A pesar de los años que han transcurrido, así como el hecho que durante una época estuvo abandonado y fue guarida de gente que participó en la Independencia y la Revolución Mexicana, varias partes del recinto permanecen intactas y causan una gran curiosidad a los visitantes que se internan entre sus frías paredes, en especial las del sótano.

Debajo de la construcción existe una serie de túneles que sostienen todo el inmueble y forman parte del acueducto del lugar. Por mucho, es uno de los lugares más tenebrosos del convento, pues además del intenso frío y humedad que predominan ahí, todo está en total oscuridad, haciendo necesario el uso de una vela o lámpara para recorrerlos.

Por si su aspecto no fuera suficiente para imaginarse cosas espeluznantes, existen muchas leyendas acerca de este pedacito del lugar. Al visitarlo es común escuchar entre los visitantes una historia donde se afirma que las reglas del sitio eran tan extremas que aquel monje que no las cumpliera era llevado y encerrado en los túneles como castigo en total oscuridad y sobre todo soledad.

El suplicio se mantenía por varios días y noches, hasta que el monje en cuestión comenzaba a alucinar debido a las condiciones extremas en que las que se encontraba, pues además de la escasa luz, el frío llega a ser bastante crudo. Tras ser liberado no volvía a ser el mismo hasta algún tiempo después, cuando el rezago de dicho encierro se disipaba poco a poco.

Algunos otros comentan que los túneles sirvieron no sólo para sostener el convento sino para esconder cadáveres y hasta prisioneros de guerra. Los monjes estuvieron cerca de 200 años en el lugar y hay quienes aseguran que aún permanecen ahí, pues comentan que en el área del comedor y dormitorios se escuchan ruidos y el movimiento de varios muebles durante la noche.

Por otra parte, se dice que quienes cuidan los alrededores del parque aseguran escuchar no sólo lamentos, sino rezos constantes provenientes del túnel y las estrechas celdas donde dormían.

En varias ocasiones las autoridades que resguardan el lugar han desmentido dichas versiones, sin embargo, a los visitantes no les convence la idea que un lugar así, donde han pasado tantas cosas, esté exenta de episodios oscuros.

(Fotos: Karla Almaraz)