Comenzaron llamándose Jabones Plus. Luego cambiaron a Bodega de jabones. Hoy se venden bajo una marca muy kelegante: Libezza. El nombre es lo de menos para esta empresa chilanga que, desde la década de los 90, ofrece jabones de casi todas las figuras que podrías imaginar.
Hay algunos bastante predecibles que sirven para hacer regalos convencionales, incluso cursis: corazón, borreguito, hipocampo, biberón, querubín, estrella de mar, luna, osito, estrella, abanico o unicornio. Otros son muchísimo más originales, como los de cabeza olmeca, carita totonaca o calendario azteca, perfectos para aquellos que desean incorporar el discurso anticolonialista hasta en la rutina de belleza. También están los de balón de americano o soccer, que no suponen ninguna amenaza para la masculinidad de quienes los usan; los de piecito con las uñas pintadas, de muela sonriente o los de labios, para los amantes de la anatomía; y los de nave extraterrestre o barra de chocolate, porque la vida es muy corta para estar lavándose con productos del montón.
También están las piezas de temporada: durante este mes hay calabazas, gatos con la cola esponjada, brujas y fantasmas. Pronto serán sustituidos por santocloses, nochebuenas, pinitos y… ¿nacimientos? Así es: María, José y el Niño Dios en su pesebre, listos para convertirse en espuma. Aquí llegamos a la parte más inquietante del catálogo: Jesús y la Virgen en forma de oloroso jabón. ¿Será acaso que, además de limpiar la piel, son capaces de purificar el alma? ¿Cuál será la postura de la Iglesia católica ante la posibilidad de tallarse el cuerpo con estas santísimas figuras? ¿Es acaso el producto de cuidado personal favorito de los Rebeldes del PAN? Misterios sin resolver.
Hubo un tiempo en que estas tiendas estaban por toda la ciudad, pero poco a poco fueron desapareciendo y solo quedan tres: la de San Rafael, en Miguel E. Schultz 146; la de Culhuacán, en Ejido Santa Isabel Tola 30, y la de Valle Dorado, en Cerro de las Cruces 101. En su sitio (libezza.com), puedes hacer pedidos especiales, porque quién sabe cuándo vayas a necesitar un millar de corazoncitos u ovnis de jabón.