-Se te hace tarde, por lo tanto te brincas el desayuno y tu mal humor crece exponencialmente con cada minuto. Tú sólo piensas en una torta de tamal y en un café gigante, ¡pero ya no vas a llegar a tu junta!
-Es la hora del tráfico, así que optas por el Metrobús. Pasan diez minutos y ni un mugroso camión. Desde el andén ves cómo fluye el tráfico y pasan un millón de taxis vacíos. Decides bajarte y tomar uno.
-En cuanto te bajas de la estación, llega un Metrobús. Vacío. Y es de los que no traen “Ay TV’s” ni “Teleurban”. Por supuesto, a partir de que pones un pie en la banqueta, todos los taxis que pasan están ocupados.
-Logras agarrar un taxi. El conductor te empieza a hacer la plática. A los tres minutos te está intentando convertir a su religión rara o hablando de las maravillas del partido político que más te choca.
-Te topas con un tráfico infernal. El taxista sigue hablando de cómo los extraterrestres van a salvar a México. No puedes más. Decides cambiar de planes e irte en Metro. Antes de bajarte del taxi, notas que traía el taxímetro truqueado.
-El andén está tan lleno que tienes que esperar cinco trenes para poder subirte todo apachurrado. En el vagón no cabe ni un alfiler, pero un bocinero desafía las leyes de la física para poner su disco “Mil ocho mil éxitos del reggaetón” A TODO VOLUMEEEEEN.
-Te bajas del metro y decides completar tu trayecto en Ecobici, pero en la cicloestación no hay unidades disponibles. Corres a la siguiente. Te toca una bici que hace “traca traca traca”, a la que no le sirven las velocidades y cuyo asiento da vueltas mientras pedaleas.
-Llegas al trabajo todo sudado. La junta se canceló. ¡Plop! Vas a la calle por algo de comer. Se acabaron las tortas de tamal y sólo hay café descafeinado en el minisuper. Te dices “Mañana sí me voy a levantar temprano”. (Spoiler alert: no te levantas temprano).