Algunas señales de que ya te convertiste a la peligrosa secta de la vida saludable y deportiva
1. Planeas los viajes en función de las carreras y los maratones internacionales que se pueden correr. Ya que estás ahí, ni disfrutas por dormirte temprano y estar comiendo salmón rico en omega 3 y kale, mucho kale.
2. No tomas leche de vaca porque da inflamación celular (aunque nadie sepa qué es), tampoco de soya porque da desequilibrio hormonal, ni de almendra porque destruye el medio ambiente, y la de arroz tiene muchos carbohidratos. Mejor agüita.
3. Cuando alguien va a Estados Unidos, le encargas unos tenis, unas calcetas del #calcetagate, unas mallitas, un reloj de los que miden el ritmo cardíaco, una camiseta antisudor, una gorrita… Tus amigos ya mejor ni te avisan cuando viajan.
4. Llevas tanto tiempo entrenando para un maratón o carera de mil ocho mil kilómetros que ni te acuerdas de las caras de tus amigos los no-deportivos, tampoco del sabor de la cerveza. Eres un solitario.
5. Si tu pareja no es loca-de-correr como tú, o ya cortaron o ya tuvo que convertirse a la secta del maratonismo y/o ya tienes un ligue clandestino en el Sope y/o saliste con alguien pero terminaron porque sus tiempos no eran tan buenos y qué oso.
6. Te vas vuelto un sibarita de las bebidas isotónicas, de las barritas de energía, de las gomitas de electrolitos, los geles deportivos y de toda clase de monchis energético que puedas llevar en el bolsillo.