Ya sea presentación del libro, proyección de una película con presencia del director, mesa redonda, conferencia de prensa o cualquier evento en el que, al final, se abre el micrófono para que el público plantee sus dudas e inquietudes, alguien saldrá con una de estas puntadas. Invariablemente. Y todo empieza con las palabras mágicas: “Yo más que una pregunta, tengo un comentario…”. Nunca falta quien:
-Interpreta lo que acaba de pasar. Alguien le explica al director de qué se trató su película, analiza el libro minuciosamente –ahí, frente a todos– o amablemente da las conclusiones de la mesa redonda… aunque no haya entendido de qué se trató.
-Cuenta su vida. Siempre asiste una persona que tiene muchas ganas de platicar y decide que esa bola de desconocidos son los interlocutores ideales. A partir del tema del evento, relata una anécdota y de ahí se suelta con la autobiografía. No hay forma de callarlo ni interrumpirlo.
-Promociona su producto. Esa persona tiene su propio poemario, documental, demo o champú contra la calvicie, ¿y qué mejor que ir a presumirlo ahí mero, aunque no tenga nada que ver? Nomás falta que lleve una caja llena de mercancía… ¡un momento! ¿Qué traes ahí?
-Pide que se aborde un tema que a ellos les interesa. ¿Se presentó un libro de cocina? Pregunta por qué no hacen uno de osos polares. ¿Era un documental de bicicletas? Pues ahora deberían rodar uno sobre la industria henequenera. ¿Debatieron sobre sexismo? Ah, les faltó hablar de homeopatía, ahí les encargo. ¿Disco de punk? Muy mal, porque nos hace falta uno de poemas, como los de Paco Stanley.
-Usa el espacio para hacer una denuncia. Está muy bien que cualquier reunión sea aprovechada para crear conciencia sobre temas que a todos deberían preocuparnos… pero es la presentación de una revista de manualidades, ¿de verdad nos vamos a poner, aquí y ahora, a discutir sobre los derechos de las langostas?
-Felicita. Nos referimos a esa cálida persona que dice lo orgullosa que se siente, como si los que están en el escenario fueran sus hijos… aunque hace media hora no sabía quiénes eran. Casi casi se suelta a llorar. Es como el borracho de las fiestas, pero antes de que sirvan el vino de honor.
-Regaña. ¡Qué inconsciencia! ¡Esto no debería existir! ¡Es un mal ejemplo para la juventud! ¿Alguien puede pensar en las futuras generaciones? ¿En el estado actual del país? ¡No se vale! ¡Deberían ponerse a trabajar… o ir de metiches a eventos a los que nadie los invitó y reclamarle a los ponentes! ¡Aprendan, de veras!
-Repite lo que acaban de decir. Con la frase “Sí, como ya dijo mi compañero…” arranca una copia exacta de las palabras recién pronunciadas por otra persona que, más que una pregunta, tenía un comentario.
-Pregunta algo que acaban de responder. Mentimos: sí hay quien más que un comentario tiene una pregunta… una pregunta idiota. Por ejemplo: justo cuando acaban de enlistar la extensa discografía/filmografía/bibliografía del homenajeado, levanta la mano y dice: “Hola, ¿éste es tu primer trabajo?”.