-Que te den una caja de herramientas. Es el equivalente la lavadora o la plancha en el Día de la Madre: está bien tener una en casa, ¿pero por qué de regalo? ¿Están insinuando que arregles esa gotera y que restaures los estantes de la alacena?
-Que en la escuela reciclen el mismo show del Día de la Madre. Pero con el vestuario ya todo mugroso, los maestros hartos de ver la misma coreografía tantas veces y cuando a los alumnos ya se les olvidaron los pasitos del bailable.
-Que te celebren con un pastel decorado con alguno de los siguientes motivos: una pipa (¿qué dijimos del vicio?), unos balones de futbol americano (¡y tú que prefieres el beisbol!), un coche (lo que te faltaba: recordar las dos horas que pasaste en el tráfico) o un señor bigotón.
-Que te den una inscripción al gimnasio. Ay no, ¡sólo el doctor tiene derecho a comentar sobre tu necesidad de hacer ejercicio! Tú no te quieres levantar temprano ni ponerte bien mamey. Además, ¿también van a pagar las mensualidades? Ah, ¿verdad?
-Que en la escuela pongan a tus hijos a hacerte una tarjetita o una manualidad en forma de camisa o corbata. Aunque ames tu trabajo, el código de vestimenta godín es lo menos atractivo. ¿Qué tal una pijama o una chamarra pachona de tu equipo favorito a la próxima?
-Que te den un juego de plumas. No sólo es el peor obsequio, sin importar la ocasión, sino que, ejem, estamos en 2015, y ya nadie las usa más que para firmar documentos burocráticos. Está bien que pertenezcas a otra generación, ¡pero esto es demasiado!
-Que te regalen equipo especializado en un deporte que odias. Está científicamente comprobado que no hay nada más aburrido que la pesca o el golf, ¿por qué pretenden que los tú los practiques?
(Tamara De Anda / @plaqueta)