Lo que se pensaba fuera un centro de readaptación para los delincuentes se convirtió en un infierno.
En el porfiriato ocurrieron cambios muy importantes, todos encausados a la modernidad y el progreso, aún podemos ver aquellos grandes edificios creados entonces, pero muchas de esas construcciones encierran trágicas historias como la del Palacio de Lecumberri, el cual fue construido para, supuestamente, mejorar el sistema penitenciario del país.
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Abrió sus puertas un 19 de septiembre de 1900, 15 años después de que se iniciará su construcción. El nombre fue adquirido debido a que se edificó en lo que antes fueran los terrenos de una familia que portaba aquel apellido. El día de su inauguración acudió el presidente Porfirio Díaz acompañado de su gabinete y demás personajes importantes de la época.
Penitenciaria vista desde las alturas
Basándose en cárceles extranjeras como las de La Santé, en París, y la de Filadelfia, el ingeniero Antonio Torres Torija construyó 886 celdas, las cuales estaban distribuidas en siete crujías, conectadas a una torre de control de 35 metros de altura, desde donde los presos eran vigilados. A este tipo de construcción también se le llamó panóptico.
Reos a la hora de la comida
El Palacio de Lecumberri fue considerado como la construcción más moderna de Latinoamérica, esta consideración se le dio debido a que en un inicio se emplearon las técnicas de rehabilitación más avanzadas de la época, una de ellas fue la que permitía que los reos de baja peligrosidad salieran a trabajar a las fabricas aledañas para después regresar por las noches.
Reos en sus clases de Box
Otra de las medidas era que los reclusos tomarán uno de los 20 talleres que impartían ahí, además de que estaba la opción de tomar algún deporte como el ajedrez o el boxeo. Dentro del penal también llevaban atracciones como el circo e incluso en algunas ocasiones ponían un televisor en el patio.
Las reclusas salen de sus celdas
Inicialmente se estimaba que en ella habitaban alrededor de 1000 internos incluyendo a menores infractores y mujeres, quienes se encontraban apartadas de los hombres. Los hombres estaban divididos según el delito que hubiesen cometidos por ejemplo: en el pasillo B alojaban a los traficantes de drogas, en el E los acusados de robo y en el J los homosexuales, ya que en ese entonces era considerado un delito, de ahí viene el terrible mote de “jotas” o “jotos”.
Celdas
A principios de los años cincuenta se inauguraron las cárceles para mujeres, entonces esta penitenciaria se hizo exclusiva para hombres, a pesar de ello en Lecumberri empezó la sobrepoblación. Llegó a tener casi el doble de su capacidad, se dice que en sus celdas ya no sólo se albergaban a 2 personas, si no que en incluso llegaron a vivir hasta 20, quienes de alguna manera se acomodaban, por ejemplo algunos reos se amarraban a las paredes para no caerse a la hora de dormir.
La hora de la comida
Además de que los internos sufrían crueles castigos en manos de los guardias, también se dice que les servían la comida en latas, si bien les iba, de lo contrario tenían que usar uno de los extremos de su camisa como plato.
Lideres estudiantiles del 68
La sobrepoblación se agravó en el sexenio del entonces presidente Miguel Alemán, donde fueron encarcelados varios opositores del gobierno en turno. Además se dice que el mote de “Palacio Negro” fue dado por los estudiantes encarcelados en la matanza del 68, era una manera de describir su estancia ahí.
Presos en el interior del Apando rindiendo su declaración
Lo más temido de ese lugar era el Apando, una celda de castigo para lo reos con mala conducta. El lugar era insalubre ya que no había donde hacer sus necesidades, sumado a que no tenía ventilación, lo que ocasionaba que el calor se volviera insoportable, quien caía ahí lo mismo podían estar desde unos días o hasta semanas. Este lugar fue la inspiración de José Revueltas para escribir el libro que lleva el nombre de este lugar.
Antigua penitenciaria, hoy Archivo General de la Nación
Después de casi ocho décadas La penitenciaria de la Ciudad de México, cerró sus puertas y los reos fueron trasladados a nuevos reclusorios. A este lugar se le encontró un mejor uso, el resguardo del archivo de la nación. El 27 de septiembre de 1982, abrió sus puertas el Archivo General de la Nación, para esto se llevo acabo una remodelación, se desmontaron las rejas y algunos muros fueron tirados.
A continuación te mostraremos a algunos de los personajes que pasaron por este lugar:
El destripador de Consulado
Aquí también estuvieron presos los asesinos seriales más famosos como: Francisco Guerrero Pérez, mejor conocido como “El Chalequero”, quien conmocionó a la Ciudad de México entre los años de 1880 y 1888, habitaba en el popular barrio de la Peralvillo y mataba, con el cuchillo que usaba para su oficio de zapatero, a sexoservidoras. Fue encarcelado en 1908.
Pancho Villa
Por este lugar pasaron importantes personalidades como Pancho Villa, quien estuvo ahí del 7 de junio al 7 de noviembre de 1912. Un año después Francisco I. Madero y José María Pinosuarez, quienes fueron asesinados a traición por orden de Victoriano Huerta.
El estrangulador de Tacuba
A la lista de asesinos seriales le siguen los nombres de Gregorio “El Goyo” Cárdenas; acusado de matar jovencitas para después enterrarlas en su jardín. A este hombre también se le apodó como el estrangulador de Tacuba. También ahí estuvo recluido El Sapo, quien se dice que mató a más de 150 personas.
Williams S. Burroughs
El escritor norteamericano Williams S. Burroughs mató a su esposa de un tiro mientras perfeccionaba su mala puntería, la cual se hizo evidente en 1951, cabe mencionar que aquel día se encontraba muy ebrio. Solo unos cuantos días después de ser encarcelado en Lecumberri fue liberado por supuestos sobornos.
Juanga interpretándose
Pero sin duda alguna el más famoso de los reos de esta prisión fue Juan Gabriel, acusado de robo en la década de los sesentas, la historia se llevó a la pantalla grande y el mismo Juanga se interpretó.
Siqueiros en Lecumberri.
Además esta cárcel también albergo a otros personajes como Ramón Mercader el asesino de León Trotsky y a Valentín Campa, Demetrio Vallejo y David Alfaro Siqueiros.
(Fotos: Fototeca y Archivo General de la Nación)