Casual: vas en tu medio de transporte preferido de regreso a tu casa o a echar una chela después del trabajo, y te topas con un montón de personas semidesnudas bailando al ritmo de tambores o de alguna canción de cumbia, salsa y reguetón. Algunos traen taparrabos decorados con la foto del político acusado en turno. Coches, bicis y peatones pasan más despacito para ver la insólita manifestación.
El Movimiento Nacional de los 400 Pueblos nació a mediados de la década de los setenta, a raíz de la represión de campesinos en Tlaxcala, pero fue en los dosmiles forma exhibicionista de protestar.
Sus integrantes no sólo “operan” en la capital, pero desde hace quince años los hemos visto varias veces en Insurgentes y Paseo de la Reforma, instalados frente a la Cámara de Diputados o marchando por las calles defeñas.
Ahora volvieron a su esquina favorita, al pie del monumento a Cuauhtémoc, para manifestarse en contra el gobernador electo de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, con quien históricamente han traído pique.
Independientemente de la legitimidad o falta de ella de su lucha, en un país tan conservador y racista como éste, su forma de protestar es muy efectiva porque llama la atención e incomoda. Crearon una marca propia y todo mundo los ubica. Su marketing es más efectivo que el de muchas agencias de publicidad.
Una de las quejas más frecuentes es que le están dando “una imagen muy fea de México a los turistas extranjeros”. ¡Ah caray!, pero si estás visitando un país lejano quieres ver las cosas que nada más ahí pasan, ¿no? Y no nos imaginamos algo como los 400 pueblos en otro lado.
Bueno o malo, que haya unas personas encueradas bailando para mostrar su inconformidad ante los que por ahí van pasando, en uno de los cruces más transitados de la urbe, es muuuuy chilango.
(Fotos: Cuartoscuro)