Los Bañistas: un regaderazo en el cine nacional

 

Cuando inició el proceso de hacer Los Bañistas, Max Zunino y Sofía Espinosa estaban terminando un proyecto de televisión. Ambos sabían que querían seguir haciendo cosas juntos pero con mayor libertad, entonces, inspirados en una nota del diario El País sobre el movimiento 15-M, los indignados de la Puerta del Sol en Madrid en 2011, donde la mayoría de los manifestantes eran o jubilados o estudiantes menores de 25 años, encontraron su historia. El punto de quiebre de la sociedad y economía mundial fue su propio punto de inicio.

Los Bañistas, dirigida por Max y protagonizada por Sofía, es una historia de amor fraternal entre tres personajes, una joven, un jubilado y un estudiante en protesta. Las necesidades básicas los unen y la unión no es azarosa.

¿Por qué elegir el baño como lugar y como acción?
Sofía Espinosa. Flavia y Martín son dos personajes egoístas que viven en su pequeña burbuja y creen que no tienen que hacer nada por nadie, ni si quiera interactuar con su vecino. Y es a partir del baño que encontramos el punto en común de los manifestantes en la película con estos personajes ensimismados. Se podría pensar que tenemos muy poco que ver con los otros, pero todos de alguna manera tenemos que comer, que dormir, que ir al baño. Entonces el baño se volvió en la necesidad básicas que nos une.

¿Hay un sentido optimista a pesar del tema que inspira al filme?
SE. Sí, queríamos fijar una postura en el contexto social. Pero queríamos que no fuera fatalista; decir que los personajes tenían un cambio en sus vidas, que quizá no sea heroico o no salve al mundo o a la comunidad en la que viven, pero que para ellos sí cambia la vida; en ese sentido sí intentamos que fuera esperanzadora.
Max Zunino. Justo en los días en que escribíamos Los Bañistas, se exhibía una película de Aki Kaurismäki y le preguntaban si esa era la primer película optimista dentro de su filmografía, que es en su mayoría “pesimista”. Él contestó que antes hacía un cine pesimista porque tenía esperanza en el mundo pero que en el momento que escribió Le Havre el mundo estaba tan mal que él no podía hacer una película con pesimismo. Mientras peor veía la realidad, más optimista tenía que ser su cine. Es un poco esta postura la que nos sucede ahora con Los Bañistas.

¿Qué se necesita para hacer cine en México, más allá de las buenas voluntades?
MZ. Tenemos un gran sistema de apoyo a la producción de fondos estatales, quizá uno de los mejores del mundo. Tanto así es que de Alemania, Francia y muchos países de Europa vienen a buscar financiamiento acá. Pero no tenemos para nada una reciprocidad entre lo que producimos y lo que vemos. Hay mucho dinero metido en la producción y muy poco en la distribución y exhibición. Hace falta impulsar un circuito alternativo porque no puedes obligar a Cinépolis o Cinemex a proyectar cierto tipo de películas. Esa pelea es aparte. Además de un fondo para la promoción del cine mexicano que no existe. El público se crea. Si la gente consume telenovelas, que es un producto fatal, es porque la gente está acostumbrada a verlas. Es como decir que las papas fritas son buenas, y no, son ricas pero no son buenas, y la gente se las come. Eso mismo es lo que falta para el cine: la costumbre. Y eso se crea con tiempo y con dinero.

¿Cómo se concretó Los Bañistas?
MZ. Mucha gente se sumó solidariamente al proyecto, ya sea en especie, con su trabajo o económicamente. Eso nos permitió llegar a la meta de la producción desde el inicio, que parecía un abismo. Ya terminada, empezamos a mostrarla en festivales y ya son dos años viajando con la película. Es sorprendente que algo que surgió de una idea y ganas de hacerlo, ahora resulte en un proyecto que te empuja a ti.

Los Bañistas estrena este 31 de marzo con 14 copias en Cinépolis y circuito cultural.