Inaugurada en el siglo XVI por el Virrey Luis de Velasco, la Alameda Central fue creada pensando en el recreo de los capitalinos.
Es uno de los parques públicos más antiguo de la ciudad, durante más de cuatro siglos ha sido un lugar de entretenimiento para los chilangos y los miles de turistas que a diario pasan por él.
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Hace unos años este parque fue renovado, se ampliaron las banquetas y los andadores, se cambió el pavimento, los sistemas eléctrico y de riego, se reordenó el mobiliario urbano y la iluminación, y restauraron monumentos y esculturas.
Todo, con la finalidad de que los visitantes de este lugar puedan disfrutar del espectáculo nocturno que todos los días podemos encontrar en este rincón de la ciudad.
El payaso de La Alameda
Con chistes un poco subidos de tono, ‘Kiwi de la fruta prohibida’ comienza con el show, los espectadores atentos disfrutan, algunos ríen, otros prefieren irse al no querer ser parte del espectáculo. “En el arte de ser payaso, llevo 10 años, y lo hice porque me gusta ver a la gente reír”.
De estatura compacta y gran sonrisa, este animador porta un divertido traje azul, que hace juego con su corta y despeinada cabellera, además de los característicos y grandes zapatos en azul rey. La actividad artística para ‘Kiwi de la fruta prohibida’ comienza desde las 3 de la tarde.
Al terminar con sus payasadas y malabares, pasa a los lugares del público para pedir una cooperación voluntaria. El motivo por el que se presenta en la Alameda es para que “la gente que no tiene la posibilidad de entrar a Bellas artes, al cine o al circo se divierta”, comenta después de echar una sonrisa.
El gobierno ha sido una de las dificultades para realizar su espectáculo, ya que los multan y los presentan ante el juez cívico: “El gobierno confunde el arte callejero con el comercio informal”.
Una de las cosas que recuerda con nostálgia es que en este Jardín conoció a su esposa: “ella era mi publicó y me flechó”.
Vive la vida como si fuera el último día
Vestida de manera elegante y muy combinada, Clementina Vargas Rivera empezó a visitar la Alameda desde noviembre del año pasado, cuando descubrió que en ese lugar se reúnen todas las noches un grupo de más de 50 personas para bailar, cantar y tocar la guitarra.
“Llegar a este lugar, me ha dejado mucho, porque me olvido de las presiones de casa, aquí me lleno de vida, y más en este momento en que es un despapaye”, dice Clementina, mientras se acomoda su coqueto sombrero blanco.
A pesar de las alegrías que le ha dejado este lugar, también hay momentos de tristeza, como la vez que una de sus compañeras falleció: “Le fuimos a cantar a su velorio, la verdad que sí se extraña, de hecho estimo a todo el grupo, ellos me hacen sentir bien”.
Sin embargo, Clementina tiene un antídoto para la muerte: “Yo siempre ando arreglada, porque la única vida que tenemos los seres humanos es está, siempre le digo a mis amigas, yo me arreglo como si fuera el último día”.
Yamil el bailador
Yamil es un joven de 23 años, “todos los días, desde las siete de la noche vengo a este lugar porque me queda muy cerca de mi casa, y aquí encontré un espacio para expresarme de manera artística, lejos de los vicios”.
Su punto de encuentro es el Kiosko de la Alameda, en donde se reúne con un grupo de alrededor de 10 personas para bailar: “Practico el breakdance desde hace muchos años, porque es mi vida”.
Yamil es de estatura baja, viste deportiva en color negro y pantalones holgados que le permiten moverse con facilidad cuando baila. Para este b-boy, los espacios como la Alameda representan toda una oportunidad: “Sea poco o mucho, se agradece el apoyo que brindan con estos lugares porque fomentan los deporte, y eso es bueno porque es cultura”
Por último invitó a los chilangos a practicarlo “es un baile que tiene todo, marcas casi todo tu cuerpo y tienes el control, y para empezar a bailar no necesitas ser un profesional, todo es progresivo”.
(Fotos: Dulce Ahumada)