Además de tener atractivos como el mercado de artesanías y la biblioteca de México, la plaza de la Ciudadela es un punto de referencia de los capitalinos tanto para pasar un rato con los amigos como para ir a mostrar sus mejores pasos de baile.
Todos los días la plaza de la Ciudadela está en constante movimiento, ya sea por los estudiantes que se detienen en el parque a jugar en las fuentes, por los visitantes que van a curiosear a las artesanías, hasta por las personas que van de pasadita corriendo a toda velocidad para tomar el camión o el metrobús.
Y es que, con el paso del tiempo, esta plaza se convirtió en un sitio de cultura por excelencia, aunque en sus inicios era todo lo contrario. Por ahí del año 1807 el edificio que hoy ocupa la biblioteca era una fábrica de tabaco y años más tarde fue escenario de sangrientas luchas y ejecuciones durante la Decena Trágica.
Afortunadamente todo eso quedó en el pasado y hoy la plaza de la ciudadela está inundada de artesanías, comida deliciosa, antigüedades y mucho ritmo. Para hablar del lugar nadie puede hacerlo mejor que sus habitantes.
Al son que le toquen
Desde hace más de dos décadas Carmen Juárez acude a la Ciudadela a mostrar sus mejores pasos de baile. Aunque comenzó siendo una alumna, poco a poco fue adquiriendo experiencia y decidió comenzar a dar clases sin hacerle el feo a ningún género. “Yo estoy aquí los martes, miércoles y viernes; y enseño de todo: salsa, huaracha, merengue, cumbia, rock and roll, de todo”, explica con una sonrisa en el rostro, que rara vez se despega de ella.
Con sus clases no sólo busca enseñarle a los chilangos a saber mover los pies, sino transmitirles esa alegría que el baile le ha brindado a ella aún en los peores momentos de su vida. “Al final del camino, el baile lo saca a uno de todas las depresiones y ayuda a mantener la mente ocupada. Mi mamá falleció hace un tiempo y no me iba a quedar a llorar para siempre. Es una de las razones por las que vengo a la Ciudadela”, añade.
Según nos explicó, sus clases son para todas las personas que quieran aprender sin importar la edad o que vayan sin pareja. “Estar aquí es una satisfacción, una alegría. Para mí, la música es jovial, te pone muy alegre, muy contenta. Y el que vayan aprendiendo y soltándose o verlos en los salones de baile es una satisfacción todavía más grande”.
Rompe barreras con el baile
Ignorando el frío y la necia lluvia que moja a la capital Silvia Mendieta, de 63 años, ensaya sus pasos con elegancia sobre el templete de la llamada “plaza del danzón”. Desde hace tres meses pertenece al grupo “Danzoneros de la Ciudadela”, quienes realizan exhibiciones de baile a varias partes de la capital.
Para ella bailar danzón ahí significa cambiar toda su rutina para estar puntual a la clase en la Ciudadela, un espacio que ella considera de cultura, donde puede disfrutar del baile y olvidarse de todas las preocupaciones que haya podido tener durante el día.
Aunque lleva poco tiempo bailando en la Ciudadela, la actividad ya ha marcado profundamente su vida. “Para mí bailar es sentirse joven. Muchos van a bailar con la idea de que es una actividad con la que pasarán los últimos años de su existencia, pero yo digo que no debe ser así, creo que hay que sentirse jóvenes y disfrutar el baile sin pensar en nada más”, explica.
Realmente el baile le ha dado mucha alegría a su vida, la cual no se ha visto exenta de cosas negativas, pues hace algún tiempo las acciones de algunas personas ajenas al grupo pusieron en riesgo las clases y exhibiciones de baile. “Pensaban en retirar el grupo porque la gente toma por aquí y nos defendimos diciendo ‘bueno, pero no somos nosotros’. Al final se reunieron firmas para apoyar a la agrupación”, explica. Afortunadamente las cosas se acomodaron para que la música sonara y ellos bailarán por mucho tiempo más.
De Guerrero para el mundo
Una de las cosas más llamativas de la Ciudadela son las artesanías que venden decenas de personas, como Víctor, cuyos padres son originarios de Guerrero y desde hace 20 años se dedican a vender estas piezas en la capital.
Aunque él nació en la Ciudad de México afirma sentirse orgulloso de sus raíces y de las artesanías que ha aprendido a elaborar. “Es un orgullo que las compren porque somos personas indígenas y al final estos objetos son parte de nuestras costumbres y tradiciones”.
El principal objeto que venden son las máscaras de madera, las cuales elabora con sus propias manos y le generan una gran satisfacción cuando las compran. Aunque eso sí, siempre existe algo de desasosiego al notar que quienes las compran y las valoran realmente son los extranjeros y no los mexicanos.
Muchos vendedores llegaron a la plaza de la Ciudadela por alguna reubicación; sin embargo, ese no es el caso de la joven de apellido Gómez, originaria de la Ciudad de México quien movió cielo, mar y tierra para que le permitieran vender aquí las artesanías que ella misma fabrica.
“Aquí en la Ciudadela tienes contacto con diferentes grupos de la ciudad, tanto el trabajador, el estudiante que viene al biblioteca, el turista que viene a comprar; hay mucha retroalimentación y conoces a muchas personas”, explica.
A pesar de haber estudiado música, su pasión la encontró en las artes plásticas: “Cada artesanía tiene parte de la cultura tanto personal como de la comunidad. Me inspiro en la cultura mexicana pero lo que tengo de la Ciudad de México es lo que le da el toque final”, explica orgullosa.
(Fotos: Karla Almaraz)