A pesar de tener cupo para 3 millones de pasajeros, entre apretones, bultos y empujones, alrededor de 5.5 millones de personas viajan todos los días por el Metro de la Ciudad de México, ya sea para ir al trabajo, escuela o simplemente para dar el rol.
Fue un 4 de septiembre de 1969 cuando el gobierno en turno inauguró el Metro, inicialmente se pensó en ponerle los Rápidos de México y, no, no es sarcasmo; aunque no te guste, muchas veces es la única opción para poder llegar a tu destino.
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Pero no siempre es tan malo, ¿apoco no te entretienen los chismes que cuentan los pasajeros?, por lo menos aligera un poco el viaje y para que no te agarre el sueño están los vagoneros, que ofrecen sus bonitas melodías a módicos precios.
Las dificultades del Metro
Pero que mejor que los usuarios para contarnos sobre su día a día y lo difícil que es subirse en la también llamada “limusina naranja”, porque vaya que cuesta trabajo, al grado que hasta el personal del Sistema de Transporte Colectivo Metro y los “polis” tienen que intervenir para meterte al vagón aunque sea a empujones y desafiando todas las leyes.
Con maleta en mano
Camina de un lugar a otro con su maleta en la mano, viste de manera discreta con pantalón gris, camisa a rayas y chaleco negro, su nombre es Manuel Pérez y tiene 75 años.
Lleva tres días en la Ciudad de México, viene desde Monterrey para arreglar un asusto legal. Con voz fuerte y firme, característica de los regios, dijo sentirse molesto y cansado porque el Metro no cuenta con portaequipajes, por lo que tiene que llevar a todos lados su pesada maleta: ” Ya me duele el hombro, y como solo rento la habitación para pasar la noche, no puedo dejar ahí mi maleta”, comenta.
Manuel Pérez, cara delgada y cabello cano, mira hacia varias direcciones del Metro y con sorpresa observa la cantidad de gente que sale de los vagones: “Ya son un chorro”, y echa una carcajada.
Aunque también reconoce la importancia de este transporte porque en él puedes llegar a toda la ciudad, “hay gente amable, que me sede el asiento, incluso algunos han pagado mi acceso”, sin embargo también le ha tocado aquellos que le piden dinero.
Esperando al novio
Son las ocho de la mañana, Lorena camina por los pasillos, mientras se mira al espejo le echa un ojo al panorama para no chocar o pasarse, está terminando de arreglarse para llegar a su trabajo: ” Me maquillo así porque es una manera de ahorrar tiempo y no llegar tarde a mi trabajo”.
Comenta que ha sufrido de abuso dentro del vagón: “En una ocasión sentí como un tipo me estaba acariciando, me dio pena y no dije nada, pero luego me sentí muy mal por no hacerlo, pero es que no sabía con quién recurrir”.
Lorena de cabello corto y alborotado es promotora de ventas y por ello tiene que trasladarse por este medio para llegar a los diferentes destinos que le asignan: “Dentro de todo lo malo que llega a tener el transporte, es la manera más rápida de llegar a mi trabajo”
Además de que también le sirve como punto de encuentro, ya que todos los días se cita en la estación Bellas Artes con su novio, mientras lo espera, se echa una manita de gato.
Del EDOMEX a la CDMX
Y si algo le debemos reconocer a este transporte es que acerca a nuestros vecinos del Estado de México con la CDMX, tal es el caso de Guillermo, quien sale de su casa desde las seis de la mañana para tomar el Metro Río de los remedios.
Viste una chamarra camuflada, la cual contrasta con el rosa de su mochila, a diferencia de los anteriores habitantes, a él sí le gusta este medio de transporte: “Es muy rápido y rara vez me ha tocado ver que se pare en alguna estación”.
Aunque sí llega a molestarle el hecho de que siempre vaya lleno: “Nunca me toca ir sentado”, dice un tato decepcionado, pero para su gusto es el medio más seguro para llegar a la escuela. “Antes usaba el camión, pero seguido me robaban, por eso cambie la opción”
Aunque dice que en el Metro no está excento de ser robado “aveces cuando viene lleno no falta el abusador que te saca las cosas, por eso siempre las pongo en lugares estratégicos”.
(Fotos:Dulce Ahumada)