Los habitantes del Dobermann

Ciudad

Todo buen rockero chilango ha hecho del Dobermann su casa. En este lugar se han cocinado grandes historias. 

Desde hace unos años, la calle de Madero es reconocida por el ambiente de constante fiesta a cargo de estatuas vivientes, vendedores de lentes, negocios de comida y bares como el legendario Dobermann, que no pudo con la fama que desbordaba en Aragón —muy cerca de la FES— y abrió una sucursal en esta transitada vía del Centro en 2012.

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En el último piso de la Plaza Madero se encuentra este pequeño bar de dos niveles, el cual, a pesar de su tamaño, se abarrota. Después de las ocho de la noche no cabe ni un alfiler, así que, para poder encontrar una buena vista a la pista, tienes que llegar por ahí de las cuatro de la tarde, aunque lo más importante es disfrutar al ritmo de la música de rock.

Las obscuras paredes de este lugar han retumbado con el sonido de los tributos a bandas de la talla de The Doors, Led Zeppelin, Los Caligaris, Auténticos Decadentes y Los Fabulosos Cadillacs; por mencionar sólo a algunos. Cabe destacar que aquí también se han hecho sonar agrupaciones como Haragán, La Gusana Ciega y Rebel Cats; entre otras.

Conoce más de este rockerisimo lugar en voz de sus habitantes.

Le hace de todo

Dando indicaciones a los empleados, un hombre alto de tez blanca recorre el Dobermann. Porta pantalón de mezclilla y de una de sus bolsas sobresale una gruesa cadena; es Juan Carlos Guarneros, gerente del lugar, quien con voz grave cuenta: “Mi trabajo consiste en llevar el inventario, entradas y salidas; el manejo del personal y supervisar el trato con el cliente. A mí me llegan las quejas directamente”.

Lleva casi cinco años trabajando en esta sucursal del Dobermann y en todo ese tiempo imagínate las historias que tendrá que contar. “En este tipo de lugares puedes ver de todo, como alguna morra que llega con el novio y se sienta en la parte de abajo; de repente, al calor de las copas, tiene una interacción ya sea con el mesero u otro chico, suben al baño, se besan y regresa a su lugar como si nada”, comenta sin evitar reír por el recuerdo.

Juan Carlos dice estar muy contento con su trabajo, una de sus motivaciones es la música y sus compañeros, “el día a día te va marcando, conoces las experiencias de vida de la gente que labora aquí: algunos vienen desde muy lejos, también hay madres solteras y todas esas vidas se convergen aquí cuando comparten sus historias”.

Siempre con una sonrisa

En la puerta del Dobermann, una mujer de espigada figura recibe a los rockeros de este bar. Su nombre es Mariel. “Trabajo jueves, viernes y sábado; dentro de mis funciones está el darle la bienvenida a los asistentes, siempre con buena cara y una sonrisa, después guiarlos a su mesa”.

Aunque su trabajo no siempre fue ese, entró como barrotera y ayudaba a los meseros a limpiar las mesas. “Era más pesado porque me tocaba cargar los cartones e ir de mesa en mesa atendiendo”, dice con una sonrisa que no ha perdido desde que empezó la entrevista.

En sus tiempos libres, Mariel se dedica a atender a su marido y a sus dos hijos; sin embargo, a su esposo no le agrada su trabajo, ya que cuenta que ha recibido llamadas incómodas: “hay hombres muy groseros. En ocasiones me piden mi número con el pretexto de que harán una reservación y en lugar de eso me mandan cosas muy grotescas”, asegura sin abundar más y hace una mueca mientra agacha la cabeza.

El encargado de emborrachar a los rockeros

Una buena rola de rock siempre es más amena con un trago, y el encargado de realizarlos en el Dobermann es José, quien dentro de sus funciones también se encarga de otras tareas: “me encargo del personal, checar qué cosas hacen falta: cervezas, refrescos y todo eso”, comenta mientras sirve un tarro de cerveza.

En la carta del lugar —además de cerveza— encuentras whisky, brandy, vodka, ron y algo de coctelería que este habitante ha creado. “Tenemos varias bebidas, una de ellas es la mixología, la cual se prepara con ginebra y frutas. Algunos clientes quedan muy pedos con el segundo trago”, dice y se echa a reír.

José tiene alrededor de 30 años, es de gran corpulencia y apariencia muy ruda —digna de un rockero—, lo cual contrasta con el buen trato que le da a los clientes. Además de trabajar en este lugar, este habitante es comerciante de un tianguis de la Ciudad de México y con una gran sonrisa comenta que es padre de un pequeño niño.

De sus lugares preferidos

Con el cabello un poco alborotado, en una de las mesas del Dobermann se encuentra Xibal, cliente del lugar. “Vengo a este lugar desde hace cuatro años, me gusta mucho porque es de los pocos bares que tocan rock en vivo con bandas muy buenas como Los Pardos de Punk a Billy”, dice mientras le da un trago a su chela.

Sin embargo, a pesar de estar contento con el lugar hay algo que lo inconforma: “No me gusta no poder fumar dentro”, dice mientras apunta con el dedo hacia una cajetilla de cigarros que se encuentra sobre la mesa y, junto a ella, un encendedor de color rojo.

En estos cuatro años de ser cliente frecuente del lugar, Xibal ha recuperó el amor que una vez creyó perdido,”una vez vine a reconciliarme con una novia y estuvo bastante chido hasta que salimos del Dobermann y se perdió la magia”, concluye con una sonrisa.

Dónde: Plaza Madero/ Avenida Francisco I. Madero 20, col. Centro,Cuauhtémoc

Horario: Lunes a sábado a partir de las 2 de la tarde

Costo: el consumo promedio es de 200 pesos

 

(Fotos: Guillermo Gutíerrez)