Los personajes me los exige el cuerpo

Karina Gidi nació en Xalapa, Veracruz, pero desde muy chica emigró a la Ciudad de México para estudiar Teatro. En ese punto ya lo tenía muy claro, pero un poco antes tuvo la duda de estudiar Letras en Puebla, cosa que no pasó. “Sentí algo en el centro del cuerpo; como una especie de nudo o angustia, justo cuando estaba a punto de irme a Puebla. Le hice caso a esa sensación y creo que fue una buena elección, pues actuar es lo que mejor sé hacer”.

Aunque ese fue el momento de la revelación, desde chiquita dio señales de que la actuación era lo suyo. “Cuando era niña jugaba a representar obras con mis amiguitos de la cuadra y yo pensaba que todos los niños jugaban así, pero luego me di cuenta que no, que lo mío era una rareza. Mi mamá me llevaba a ver obras de teatro, por ejemplo, y yo al llegar a la casa las transformaba para montarlas con mis compas”, recuerda.

Su buena memoria la transporta a la primera obra de teatro que vio, la cual la impactó mucho: “Era una versión musical muy rara de Marat/Sade hecha por la Universidad Veracruzana. Ahora que lo pienso no creo que era obra fuera para niños, pero me llevaron y la vi como tres veces. Salí de ahí cantando y queriendo hacer una versión nueva con mis amigos”.

Lo que el cuerpo pide

A pesar de que su profesión tiene muchos estigmas (el típico “no estudies Teatro porque te vas a morir de hambre”), Karina Gidi nunca le tuvo miedo a eso. A lo único que le teme es a cansarse: “Siempre confié en que me iba a ir bien y nunca me he preguntado si de verdad esto era lo mío. Lo único que me ha dado miedo en esta profesión es cansarme y sentir que ya no puedo seguir y debo dedicarme a otra cosa”. Sin embargo, esto está muy lejos de la realidad, pues a sus dos décadas de carrera, Karina sigue haciendo teatro y cine, muchas veces a la par.

Los personajes que le exige el cuerpo varían dependiendo de su estado anímico: “Ahorita mi cuerpo me pide tontería y comedia. Cuando paso de proyecto en proyecto haciendo personajes de mucha complejidad y profundidad (que son mis favoritos) algo de mí empieza a cansarse y a pedir esquina; y mi manera de resolverlo es hacer algo más cómico o absurdo. Me gustan estos personajes torpes y chistosos porque también podemos identificarnos con ellos en algún momento de nuestra vida”.

Sin embargo, no entiende a la actuación como una terapia que le ayude a manejar su estado emocional, sino como un entrenamiento o práctica. “Digamos que ahora tengo muy ejercitado el músculo de la complejidad, entonces decido sacar a pasear a mi lado tonto. Luego vuelvo a tener la necesidad de cosas muy profundas y me permito hacerlo, creo que tengo derecho a disfrutar el trabajo que hago”.

Con orgullo

Recientemente, Karina Gidi fue nominada al Premio Ariel por Mejor Actriz por su papel de Manuela Jankovic (en la película La guerra de Manuela Jankovic), una mujer de mediana edad que cocina en una cafetería en La Lagunilla y mantiene una relación de dependencia con su abuela, una inmigrante serbia. Este personaje es de los más entrañables para Karina, pues le inspira ternura y, respecto a él, dice: “creo que es de lo mejor que he hecho”.

Ante el tema de que muchas personas la consideren de las mejores (o la mejor) actriz mexicana, la xalapeña confiesa: “Al principio me daba vergüenza, pero ahora me hace sonreír, pues me siento valorada y comprometida. Ya no miro la punta de mis zapatos cuando me lo dicen; ahora amplío el pecho, echo los hombros para atrás y digo “Muchas gracias”.

 

 

(Mireia Anieva)