Paulina Cortés Salgado (Ciudad de México, 1982) siempre ha apostado por el paisaje, sobre todo en los aspectos mínimos, irreconocibles y comunes de lo que hay en el horizonte. Cortés podría pararse en cualquier punto geográfico del mundo pero aún así reconocería que hay reglas que, desde su individualidad, permanecen en todos los entornos que admira; los grandes teóricos fotográficos lo llamarían: modos de ver.
Pero el paisaje efímero que la artista visual, egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, presencia cada vez, no sólo está marcado por un contexto, sino por la manera en que se fragmenta y construye así otros espacios de verdad.
En el caso de la serie Dreams come true, Paulina Cortés no sólo registra el paso de uno de los ritos religiosos más sólidos de la Ciudad de México: las peregrinaciones de hombre y mujeres de distintos estados de la República hacia la Basílica de Santa María de Guadalupe, sino que se ocupa de la consagración y elevación de un mito que va más allá de cualquier creencia o afiliación religiosa, y lo hace a través de mostrar el esfuerzo sobrehumano y del dolor físico notable en los fieles que cada año hacen un largo recorrido en condiciones de extrema pobreza económica con un solo objetivo: que se les conceda el milagro de sus sueños.
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