Por Mariana Castillo Hernández
Una y otra vez me pregunto: “¿Estoy exagerando?” cuando encuentro por aquí y allá narrativas que replican la desigualdad alrededor de la cultura alimentaria: converso con quienes puedo, comparto, reaprendo, investigo, busco soluciones desde donde se pueda: las aulas, los libros, los textos periodísticos…
Claro, también me gusta probar, conocer, disfrutar sabores, pero no quiero que se me catalogue desde la típica visión meramente hedónica de quienes escriben de comida. ¿Por qué? Porque cada vez me genera más escozor lo que eso conlleva: poco enfoque crítico y humano sobre temas cruciales en nuestro territorio e incapacidad de entender lo complejo de la otredad y su universo gustativo.
“Como les mama comer gratis” dijo un individuo junto a mí el otro día que fui a visitar un restaurante al que una chef que conozco desde hace mucho tiempo me invitó de manera amistosa. El tipo en cuestión violentó con sus palabras sin chistar, sin conocerme o leerme, además, ni siquiera se atrevió a hacerlo de frente: todo fueron indirectas, en una actitud chafa y machista.
Ejerció el conocido name dropping, herramienta clasista clásica: “Mi querido chef blá blá blá opina que…”. “No puedo confiar en una guía que toma en cuenta a la Fonda Margarita ”, expresó también al respecto de la Guía México Gastronómico, en la cual soy votante junto con un consejo de más personas con orientaciones personales y profesionales diferentes, con misiones de vida diversas y que, aunque puedo no estar de acuerdo con algunas, las respeto ya que ante todo, la argumentación nos da una forma respetuosa de dialogar y debatir.
Si bien este hecho fue sumamente incómodo por las formas, hay una parte de mí que no culpa a este ser: en ocasiones, sí hay nula ética, conflictos de interés y muchísimas malas prácticas de algunas personas que buscan comida gratis o cobrarle a los lugares por fama, exposición y un largo etcétera.
Finalmente, mi reflexión de esta vivencia es que lo gastronómico desde el enfoque de clase sí provoca que las personas se sientan superiores a otras, que se sientan “de mejor paladar”, “de un gusto refinadísimo”… y personalmente, ya estoy harta de esta narrativa porque no soporto el personaje de mamadorts gastronomique. Para cerrar este texto, les platico que hice una encuesta para saber qué temas son de interés y entre ellos propuse: 1. Lo poco efectivas que son las Denominaciones de Origen en México (a raíz de la mañosa D. O. Tuxca que se busca y que explicó Miguel Ángel Partida de mezcal Chacolo de Zapotitlán de Vadillo en una publicación de Instagram); 2. Transgénicos y sus claroscuros (a propósito de lo polémico que Leonor Espinosa dijo en el congreso Oficios Gastronómicos); 3. Apropiación cultural y 4. Lo tradicional como moneda de cambio (a partir de la constante aparición de “rescatadores” culinarios y protectores de la “ancestralidad”). Entonces, gracias al interés que cada uno generó, estaré tocando todos estos temas por acá.