Manual de los perros y la niña

Ciudad

Así evoluciona una tragedia que se pudo evitar. Pero, ¡maldita sea!, el “hubiera” no existe.

Así empieza

Se tienen dos, cuatro o seis perros enjaulados en casa. O donde sea. Encerrados, hambrientos, desesperados, estresados. Caldo de cultivo para la tragedia. No importa la raza del can: la educación y el trato que recibe hará la diferencia en su conducta. Para bien, para mal o para nada. Eugenio N tenía varios y los encerró en su azotea.

La raza

Los pitbull no son asesinos por naturaleza. Pero si son entrenados para serlo, lo serán. La agresividad se cultiva. Falso que esta raza enloquezca de la nada y busque atacar. Son los dueños, los que se encargan de cuidarlos, descuidarlos, entrenarlos, amarlos, odiarlos, explotarlos y abandonarlos, quienes provocan esas conductas.

La niña

Dos padres dejan a su hija de tres años encargada con los abuelos en Coyoacán. Ellos trabajan y no tienen mejor opción para que la cuiden que ellos. Los abuelos se descuidan y la niña sale sola a un jardín comunal. ¿Por qué alguien tendría que ser precavido en visitar un jardín o parque? ¿Acaso no podemos hacerlo confiada y tranquilamente? No en esta ciudad.

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El ataque

La asistente doméstica (ojo, habrá que ver cómo tratan a esta mujer que podría ser inculpada ¿injustamente?) de la casa de Eugenio N tiene la instrucción de dejarlos salir. No se da cuenta de que una niña juega en el lugar. Los canes la atacan. Los abuelos de la menor oyen sus gritos. Varios tratan de controlarlos. Demasiado tarde.

 

La frustración

Más tarde, la madre aparece. Frustrada, intenta matar a los canes. La detienen. Grita desesperada, ¿por qué alguien descuidó a sus perros? ¿Por qué murió su hija? Eugenio N, dueño de los pitbull, se entrega. ¿Cuántos perros hay así en la ciudad? ¿Cuándo harán mejor las cosas los ciudadanos que los tienen… y cuándo las autoridades?