Muerte con pingüino se publicó en 1996, cuando su autor, Andrei Kurkov —quien dice que escribió sus primeros poemas a los seis años, tras la muerte de su hámster—, tenía 37. No fue cosa fácil: antes recibió unas 600 cartas de rechazo por parte de distintos sellos, hasta que alguien en Suiza decidió editar la novela.
El protagonista es Viktor Alekseyevich, un hombre que no parece atravesar por un buen momento: no tiene dinero ni trabajo y su novia lo acaba de abandonar. Pero las cosas parecen mejorar cuando, al intentar vender uno de sus relatos a un periódico, consigue un extraño y muy bien pagado trabajo: escribir esquelas de personajes populares.
Vive junto a un pingüino llamado Misha, a quien rescató del zoológico de Kiev, donde, ante la falta de alimento, las autoridades decidieron regalar a los animales a cualquiera que pudiese darles de comer. No se trata de un ave común y corriente. También atraviesa por una crisis existencial: parece estar consciente de que está fuera de lugar y que su verdadera casa, los fríos de la Antártida, está muy lejos de ahí. Su tristeza lo delata.
Las cosas se complican cuando los sujetos de los que Viktor ha escrito esquelas empiezan a morir en circunstancias misteriosas, y la extraña pareja se ve obligada a escapar de casa y esconderse. Completan el reparto una niña adicta a la televisión, un policía solitario, un editor egoísta, un “pingüinólogo” moribundo y una niñera con dientes amarillos.
Escrita con una prosa directa y sin adornos, y dividida en capítulos muy breves, la novela de Kurkov avanza rápido. El autor ucraniano se dedica a narrar y deja las reflexiones para el lector, pero no por ello se trata de un texto frío o insensible. La nostalgia y soledad de sus protagonistas se contagia con cada cambio de página.
Muerte con pingüino
Andrei Kurkov
Blackie Books
Barcelona, 2018
280 páginas
$371