En la actualidad resulta todo un reto tener la capacidad de concentración que a lo largo de los últimos tiempos parece que se ha evaporado; con esta pérdida, el hábito de la lectura pende de un hilo
En el turbulento viaje que fue la pandemia de COVID-19, hemos experimentado una serie de cambios significativos en nuestras vidas. El aislamiento y la preocupación constante por la salud dejaron huellas profundas en nuestra psique. Uno de los fenómenos más notables y, en cierto modo, preocupantes, es la pérdida de la capacidad de concentración y el declive de muchos hábitos positivos de la vida cotidiana, entre ellos el de la lectura.
Si de por sí este hábito no contaba con demasiada popularidad, ahora la tendencia es que ha ido a la baja. La concentración que solíamos tener para sumergirnos en un libro durante horas, se ha evaporado. Muchos culpan a la cuarentena y la inevitable soledad que esta trajo consigo al sentirnos empujados con mayor fuerza hacia los medios digitales, las redes sociales, las videoconferencias, etcétera, convirtiéndonos en una sociedad cada vez más ansiosa y distraída, no obstante, es injusto responsabilizar completamente a estos factores; la realidad es que, incluso antes de pandemia, la percepción general es que ya estábamos en camino de abandonar lentamente los libros: la velocidad vertiginosa del día a día y la omnipresencia tecnológica nos llevan a un estado de constante estimulación y gratificación instantánea.
Sin embargo, los libros nos dan la oportunidad de resistir un poco el caos diario y experimentar con ideas y emociones que de otro modo no lograríamos. En la vorágine de las apretadas agendas y la constante demanda de estar conectados y disponibles, la lectura se presenta como un refugio tranquilo y sereno. La narradora y ensayista mexicana, Olivia Teroba, nos comparte algunas de sus impresiones al respecto de este fenómeno.
¿De qué manera percibes que esta época nos ha alejado del hábito de la lectura?
La tecnología a la que tenemos acceso todo el tiempo nos da posibilidades maravillosas, pero también corremos el riesgo de vivir saturados de estímulos y de información. Esto nos tiene inmersos en una constante sensación de urgencia, que nos aleja de la calma y la concentración ideales para leer.
¿Por qué se dice que el acto de leer es capaz de generar un lugar seguro a nuestro alrededor?
Porque una buena narración genera un espacio de significados que podemos habitar a través de una voz que se vuelve conocida conforme vamos avanzando en la lectura. Mientras mejor conozca el oficio la autora o el autor y mientras más desarrolle la expresión de una sensibilidad propia, más posibilidades tendrá de construir un espacio habitable con las palabras.
¿Cómo logra la lectura crear el contrapeso necesario ante la vorágine digital y la estresante rutina diaria?
Leer nos exige detenernos y tomar un respiro de una cotidianidad que a veces resulta inaprensible, incontrolable, exacerbada. Las palabras que contienen una historia le dan un marco a nuestra mente para asimilarla, por muy barroca o extraña que sea. Esa posibilidad, la de poder asir lo inaprensible, es una satisfacción que nos brinda una lectura sosegada y atenta.
¿Cuál consideras que es la mejor manera de aproximarse a los libros?
Desde la curiosidad y el goce. A mí me gusta pensar la aproximación a la lectura desde las genealogías propias. Empezar con lo que más disfrutamos y menos trabajo nos cuesta y de ahí ir ramificando, encontrar los vínculos que tiene un libro con otro, una autora con otra. De esa manera, nos vamos adentrando a la literatura guiados por nuestra propia sensibilidad. Eso nos puede acercar incluso a lecturas que podrían ser consideradas más complejas o difíciles. Pienso que el reto de comprender otros registros o ideas alejadas de lo común puede ser también placentero.
Un faro de palabras
La lectura también puede ser un camino hacia el autodescubrimiento: a medida que exploramos la vida y las experiencias de algún personaje, es probable encontrar paralelismos con nuestras propias vidas. También es un recordatorio de que, incluso en tiempos de agitación y cambio, tenemos la capacidad de encontrar calma y significado en las páginas de los libros. Así que, mientras enfrentamos las inclemencias de la vida diaria, reconozcamos en la lectura el poder de un faro constante en nuestro camino.