Olimpia es el primer largometraje de ficción-animación de la UNAM construido a partir de cinco historias reales sobre el movimiento
Más que centrarse en la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, la película Olimpia, coproducida por la UNAM y Pirexia Films, gira en torno al movimiento estudiantil.
Escrita, dirigida y producida por José Manuel Cravioto (El Chapo y Seguir Siendo: Café Tacvba), la cinta es una ficción de animación en la que 100 estudiantes de la Facultad de Artes y Diseño “pintaron” cuadro por cuadro el filme con rotoscopio.
El eje principal de la historia, que se estrenará el 26 de octubre en el Festival Internacional de Cine de Morelia, se centra en la irrupción del ejército mexicano —el 18 de septiembre de 1968— en CU.
Nicolasa Ortiz Monasterio, Luis Curiel, Daniel Mandoki, Diego Cataño, Lumi Cavazos, Tiaré Scanda, Rolf Peterson y Valentina Buzzurro son algunos de los actores que participan en la cinta.
Platicamos con José Manuel Cravioto y esto es lo que nos compartió.
¿Qué tanto cambió tu forma de ver el movimiento después de Olimpia?
Al poner atención en los ojos de los jóvenes, en sus reacciones, en materiales como El Grito (Leobardo López Arretche) y en las fotos, me di cuenta de que era gente inocente, en el mejor sentido de la palabra. Había inocencia en sus intereses: reunirse, salir, celebrar, abrir los ojos y decir: “No soy un niño, soy un joven que tiene ideas para su vida y futuro”. Esa inocencia hizo que no fueran conscientes de lo que venía. Y no hablo de los líderes, sino de los jóvenes que iban a las brigadas, que descubrieron el arte, que la música no solo era la que les daban, sino la que ellos podían hacer, todo eso fue una fuente tremenda de inspiración para hacer esta película.
¿Hay alguna referencia personal en el filme?
Mi abuelo, Adrián Cravioto, fue un general importante del ejército. Educó de una manera muy férrea a mi papá, que quería ser futbolista, pero estudiaba Medicina. A él le tocó el 68 y cuando le preguntaba qué hizo, me dijo que fue a algunos mítines, pero que el abuelo se lo prohibía. Y ese fue el germen de la historia: un chavo que tenía otros intereses y no sabía muy bien sobre el movimiento. Supe que tenían que ser varios personajes con esta inocencia, no necesariamente líderes con una definición política y una visión intelectual tremenda y poderosísima, sino chavos normales que no entienden muy bien ni quiénes son ni qué está pasando, de eso trata Olimpia.
¿Cómo te documentaste para realizar el guion?
Curiosamente tengo muchos años escribiéndolo en mi cabeza, puedo decir que desde niño, desde la primera vez que me encontré con el libro La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska. Era un libro negro y pensé que era de terror, pero cuando lo leí me di cuenta de que no era así. Me fui a las fotos y me encontré con una de un niño muerto. Ahí comenzó una obsesión por saber qué había pasado. Fui creciendo y cuando escu- chaba de una marcha, intentaba estructurar mentalmente el interés por saber qué pasó, y cuando llegué al CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) escuché historias de primera mano, como las de mi maestro Carlos Mendoza, quien tiene los mejores materiales de la época, como el documental Las claves de la masacre. Me pregunté qué película existiría para el 50 aniversario y luego pensé “¿por qué no la hago yo?”, y me puse a escribir las primeras líneas hace tres años.
Más que en la matanza, te centras en el movimiento, ¿cómo llegas a esa decisión?
Porque fue lindo que hubiera quienes se interesaran por tener una mejor calidad de vida como jóvenes, que no atentaran contra su libertad de expresión, que no abusaran de ellos, que no les prohibieran asociarse públicamente, este tipo de cosas que son tan sencillas. El movimiento estudiantil fue utilizado —por las manos que quieras poner— para algo que terminó siendo muy triste y de ahí el nombre Olimpia, cómo alguien termina usando ese nombre para bautizar un batallón secreto.
¿Hubo algún dato que te sorprendiera y que hallaste
durante el proceso creativo?
Sí, pero no está en la película. Me perturbó la matanza en el Casco de Santo Tomás, el enfrentamiento entre estudiantes y policías. Al principio sí lo incluí, pero en términos de producción terminamos concentrándonos en los personajes en la parte de la UNAM. Sin embargo, sí dejé a uno que fuera del Politécnico, que es Hernán (Daniel Mandoki).
¿Por qué decides contar esta historia utilizando la técnica de rotoscopía?
Quería lograr la energía de la época, esos espacios y marchas con miles de personas, como la de El Grito. Entonces dije: “¿cómo meto a los personajes ahí y cómo hacer que se integren para que no sea un corte de ficción a documental?”. Pensé que una buena idea era a través de rotoscopía, en donde pudiera meter a todos en un mundo plástico de animación. El trabajo de Richard Linklater (Waking Life) me inspiró, porque se puede entrar a un mundo fantástico y dejar de pensar en la recreación física de las cosas a nivel cinematográfico.
¿Cuál podría ser la luz o crítica que arroje Olimpia?
La crítica es que después de 50 años pareciera que los jóvenes siguen sin tener esos derechos por los que estaban peleando, seguimos sin resolver un tema y sin darle la trascendencia necesaria: no a la matanza en sí, sino al de un movimiento social que exigía algo válido a nivel humano y social, y cómo seguimos con gobiernos paternalistas. Siento que me tocaba hacer una película para decir lo que pienso. Y quiero invitar a los jóvenes a que hagan lo mismo, que volteen atrás y no olviden.