Óscar Chávez dice que los defeños como él son una especie “en vías de extinción”, porque “aunque haya cada vez más gente, cada vez somos menos los del DF”. Ama tanto la Ciudad de México que siempre la está criticando: lamenta que hayan construido ejes viales, que haya segundos pisos y que pongan puestos ambulantes de películas piratas en su misma cuadra. Creció en Santa María la Ribera, pasó por colonias como la Del Valle, Narvarte y Tacubaya y hoy vive en la Roma Sur. “Cuando yo llegué era tranquilísimo, muy agradable. Ahora está lleno de ambulantes y de mudanzas y carros de basura y de garnacherías. ¡Toda la ciudad es una garnacha! ¡¿Cómo es posible esto?! La Condesa ya la perdimos. La Roma Norte, yo creo que ya también. A la Nápoles también ya le dieron en la madre. Y así”.
Pero no se va. Por más que salga de gira, vuelve a su casa, se refugia en restaurantes antigüitos como el Sep’s de la Condesa y cada año regresa a dar un concierto en el Auditorio Nacional. La tradición cumple 18 años este sábado.
Óscar Chávez nunca da complacencias. Por más que se desgañite el público pidiéndole equis o ye rola, él no pela y sigue con su set list previamente diseñado. Una vez le reclamaron desde una butaca: “¡Toca una que sí me sepa!”, a lo que él respondió “Mira, ‘El rey’ no te la voy a cantar”. Sin embargo, en esta ocasión decidió que haría las cosas al revés, y en redes sociales los fans dijeron qué temas querían escuchar. “Hicimos una estadística de las peticiones; la mayoría son canciones que sí tenemos presentes y que sí recordamos. Claro, voy a meter algo de lo nuevo, pero fue muy buena idea esto del repertorio organizado por el público”, dice.
Para él, lograr romper la cuarta pared y establecer un diálogo con la audiencia es un compromiso y también un reto. “Si lo consigues es muy divertido y muy satisfactorio, estar cerca y tender un lazo emotivo”. Confiesa que no tiene una receta para conseguirlo, pero que “es importante ser lo menos solemne posible, ‘no seas mamón’, como dicen los chavos. En la medida de lo posible lo más natural, lo más cordial y que no le eches tanta crema a tus tacos, ¿no?”. La gente se siente con la confianza de gritarle toda clase de cosas desde sus asientos: desde “Óscar Chávez, ¡te amo! ¡Soy puto!” hasta reclamarle por algún comentario político. “Luego dices alguna cosa que no les gusta mucho y les molesta, ¿pero para qué van?”, dice. Pues sí, si ya sabemos que no se queda callado.
Chávez fue vocero musical del movimiento estudiantil de 1968 y, más adelante, del EZLN. No deja de componer canciones relacionadas con temas sociales, pero dice que los acontecimientos políticos actuales son demasiados. “Suceden tantas cosas que te rebasan, no puedes estar haciendo una canción para cada una. Yo haría una parodia diaria, ¿pero a qué me conduce eso? De repente escribo en relación con algo muy específico, una reflexión más que estar atacando a algún personaje, a algún político; hablar de la situación de nuestro país. Y es muy triste que canciones que yo hice hace 30 años, las cantas ahora y son totalmente vigentes… entonces por eso no se ríe uno tanto ya”.
La mayor parte de sus temas rescatan la canción tradicional mexicana, pero también tiene sus famosas “parodias”, de pura crítica social a través de la música y el humor. Además, en los años sesenta y setenta hizo cabaret político. Por eso le pregunto qué sí le da risa, a pesar del triste panorama nacional. Lo piensa unos segundos. “Yo me doy risa, porque qué necedad seguir en esto, criticando cosas que no tienen remedio, pero no queda otra. El que se ríe se lleva… entonces ahí la llevamos”, dice, con su vozarrón que retumba por la colonia Roma, por la delegación Cuauhtémoc, por la Ciudad de México.
Óscar Chávez
Sábado 20 de agosto, 20 h.
Auditorio Nacional. Paseo de la Reforma y Campo Marte, Bosque de Chapultepec (Metro Auditorio).
De $200 a $1000.