Fernando Rivera Calderón habla sobre la historia y el concepto de Pájaros y cuchillos, el disco más reciente de su proyecto musical Monocordio
En noviembre del año pasado, Monocordio presentó su nuevo álbum, un trabajo cuya exploración musical es más arriesgada y cercana al rock en comparación con sus discos anteriores, y en el que se expresa una postura crítica respecto a los problemas sociales de la actualidad.
¿Qué nos puedes decir sobre tu nuevo álbum?
Pájaros y cuchillos es el disco de Monocordio que tiene mayor búsqueda en términos musicales. Por lo común, mis discos son simples, y no lo digo de forma peyorativa: sólo suelen ser simples. Monocordio es un alter ego mío, un proyecto que inició hace 15 años y en el que he tocado con diferentes agrupaciones musicales, pero en el caso de Pájaros y cuchillos me metí al estudio con los hermanos Alonso y Chema Arreola; nunca había grabado un disco con ellos y, a la fecha, no llevamos más de dos años trabajando juntos. Los Arreola vienen de trabajar con La Barranca, tienen mucha experiencia. Puse mis canciones en sus manos y el resultado fue un sonido más crudo y visceral. Hicimos un power trío que es muy visible en el disco. El tema de Pájaros y cuchillos es una especie de paradoja sobre la dualidad de volar y elevarnos, contrapuesto a la vocación de lastimarnos y herirnos, como si en nuestras alas tuviéramos navajas y cuchillos. Hay una canción en particular, “Si no escucho el eco”, que lo refleja muy bien abordando la realidad de México y del mundo. Es la primera vez que desde la narrativa de Monocordio me enfoco a lo que está pasando en nuestro país.
¿Cómo fue la integración de los hermanos Arreola?
Se dio de forma paulatina, como suceden la mayoría de las cosas en la vida. Somos amigos desde hace mucho y hemos compartido varios proyectos. Alguna vez los invité a echarse un palomazo al Teatro de la Ciudad, y ellos, a su vez, me invitaron a participar en un proyecto sobre su abuelo Juan José Arreola. En algún punto de mi carrera sentí que el concepto de Monocordio había cumplido un ciclo. Entonces, un día los llamé por teléfono en la noche y les recordé que tuvimos ciertas ideas juntos. Ahora puedo decir que hemos tenido conciertos muy intensos y bellos. Todo ha sido muy afortunado: hemos compartido escenario con Fito Páez, de quien he sido fan durante muchos años; fue una presentación bastante digna en Pachuca, Hidalgo, en la Fiesta del Viento, hace unos seis meses aproximadamente.
¿Cuál ha sido la evolución de Monocordio desde su primer disco hasta la fecha?
Monocordio y yo hemos cambiado juntos. En los últimos 15 años, o en los últimos ocho discos, me he convertido en una persona distinta a la que comenzó, y a la vez sigo siendo el mismo. Este es un proyecto vinculado al nacimiento de mi primer hijo. Ahora veo a ese hombrecito de 15 años y entiendo que mi música se ha transformado. Hay muchos elementos que no estaban en ese inicio: cierta madurez, por ejemplo, y una mayor libertad me dieron la capacidad para hablar de temas más profundos. Al principio, me interesaba mucho el amor y el desamor.
Después de 15 años de carrera, ¿qué opinión tienes de la escena del rock nacional?
Es muy distinta a lo que yo conocí. Tal vez es menos inocente, igual que yo. Está más involucrada en el mundo de la industria, aunque también somos muchos los que nos movemos en una industria alternativa, la cual no necesariamente entra en los cánones de cómo debe venderse algo. Sin embargo, de alguna manera existimos y podemos sobrevivir. Hay grupos a los que respeto mucho por el tiempo que llevan; prácticamente, comenzamos juntos. Muchos de los artistas con los que he compartido camino tienen bastante repercusión. Por ejemplo, hace un poco más de 20 años, recuerdo que palomeaba con La Gusana Ciega en la casa de alguno de los integrantes.
A partir de tu experiencia, ¿qué consejo le darías a alguien que empieza como músico?
El principal obstáculo es definir si se va a dedicar a la música porque le gusta legítimamente o está confundido por todo lo que merodea en el ambiente: la fama, el dinero, las drogas, el sexo y toda la parafernalia que hay alrededor. Muchos músicos que conocí en mi juventud abandonaron la ruta después de darse cuenta de que no era lo que querían. Si quieres hacer música para ganar dinero, tal vez sea mejor que te dediques a ser narcotraficante. Aquí, la música sirve para otras cosas. Para muchos es un negocio, pero para mí sirve para ser feliz y conectar con lo divino.
Fernando Rivera Calderón recomienda diez discos:
Vagabundo, de Robi Draco Rosa
Bocanada, de Gustavo Cerati
Pet Sounds, de The Beach Boys
Atom Heart Mother, de Pink Floyd
Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles
Odio Fonky, tomas de buró, de Jaime López y José Manuel Aguilera
See It in Sound, de Juan García Esquivel
Certifiable: Live in Buenos Aires, de The Police
Pajaritos, de Jazmín Solar
Sorpresas Mejores, de David Aguilar
Foto: Bruno Cortés/ Cortesía