En el sillón donde su papá cortaba el pelo hace más de 80 años, Don Manuel sigue cortando el pelo y afeitando la barba de sus clientes a la antigua, con navaja de doble filo, así como aprendió desde hace toda una vida en ese local de la calle de San Luis Potosí 121, en la colonia Roma: la peluquería Ibarra.
—Hoy no hace tanto frío —dice Don Manuel mientras comienza a preparar al cliente que ya esperaba su turno.
—¿Ya va a cerrar? Son casi las 8 de la noche —le pregunto.
—¡Uy, no! Me he estado yendo como a las 11, he tenido mucha gente, pero no siempre es así, hay que aprovechar.
Como si no hubiera pasado el tiempo, asoman en su memoria los recuerdos de cuando fue “chícharo”, daba grasa, barría y lavaba las escupideras; o los de cuando estudió Artes Plásticas en San Carlos, que abandonó para unirse al oficio de la familia.
Manuel lleva cuatro días trabajando jornadas que inician antes de las 2 de la tarde y termina pasadas las 11 de la noche. El horario es normal para él. Lo que no es común es ver su peluquería llena de clientes esperando para arreglarse la barba o hacerse un corte. Sabe que esto se debe a que Aída, una de las vecinas del local, usó WhatsApp —“una de esas cosas modernas”— para invitar a que nuevos clientes visitaran la peluquería, que se encuentra en litigio para definir si los dueños del edificio le seguirán rentando el local con el precio de la renta actual, de $5,800 y que de un momento a otro decidieron subir a $10,000.
Don Manuel no es consciente del poder que las redes sociales tienen hoy, tampoco entiende bien qué es la gentrificación, solo ha sido testigo de ella. Hace un par de años, recuerda, el local a la derecha del suyo era una tienda de juguetes didácticos, hoy es una cafetería. El local de la izquierda, en la esquina de Jalapa y San Luis Potosí, era un restaurante, pero los dueños no pudieron con el aumento de renta. Hoy es una fonda gourmet.
A las 24 horas del llamado de Aída Mulato, se hizo viral en redes sociales y la peluquería Ibarra comenzó a llenarse de vida, más que de recuerdos. Una fila de al menos cinco personas se ha mantenido constante durante gran parte de cada jornada.
Don Manuel no supo de qué forma gente que nunca había visitado su negocio se enteró de que el sábado pasado cumplió 77 años. No entiende cómo lo supieron, pero le regalaron desde herramientas de trabajo o fruta hasta palabras de aliento.
“Mientras pueda uno, aquí seguiremos. Tuve que vender sillones antiguos para pagar la renta. Me queda el que era de mi papá, que no vendería por nada. Es un orgullo cortar el pelo en el sillón que él usaba”.
Hoy habrá una actividad de apoyo a la peluquería Ibarra. La Pantera Fresca, una de las paleterías más famosas de la ciudad, hizo una edición especial con los colores representativos del negocio: azul, blanco y rojo, para vender este día. El total de las ventas será destinado a un fondo para ayudar a Don Manuel.