Pocas cosas tan empalagosamente gringas como niños queriendo ser el presidente cuando crezcan. Cuántas veces no hemos visto escuincles rubios en las series y películas anhelándolo con el brillo en los ojos que te otorga haber nacido en algún rincón del imperio. Lo he dicho en otros foros: la infancia no es el futuro del mundo, el futuro está en la capacidad que tengamos de entender el pasado. Sin embargo, a base de repeticiones, Televisa quiere que esa boba mentira se vuelva realidad. Hace apenas unos meses, un niño de nueve años graduado en un diplomado de bioquímica y biología molecular en la UNAM fue reconocido en la Cámara de Diputados. Cuando le preguntaron si de grande quería ser diputado fue categórico, incluso despectivo, en su negativa. Pues sí. Es muy triste pero, qué clase de payaso querría tener algo que ver con el poder político en esta nación. ¿Juanito? ¿El Cuau? ¡Lagrimita!
La semana pasada apareció, con tenues candilejas encima, Edgar Martínez Esparza citando memes que leyó con frases de Gandhi y de JFK y haciendo pública su intención de ser nuestro próximo Presidente. Este político modestito no es otro que el niño Edgar del que todos nos pitorreamos cayéndose de un tronco en uno de los primeros videos afamados de YouTube a nivel local. Todos lo vimos suplicando piedad. Todos lo vimos caer al fango. Lo vimos traicionado. Y las versiones chuscas posteriores. Eran otros tiempos. Ayer, pero otros tiempos.
Imaginémoslo por un instante: Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y Jefe de la Administración Pública Estatal y Paraestatal, el señor Edgar Se Cae.
Caramba, queremos hacer de todo un chiste y estamos orgullosos de eso. “Los mexicanos somos así. No nos tomamos en serio nada”. Sí, es muy gracioso que precisamente él quiera ser Presidente de México, lo que no es gracioso es que quizá, por lo mismo, sea el presidente que nos merecemos.