En el 2000 encontré por accidente una copia de Tokio ya no nos quiere, del fenómeno español (pero completo desconocido para mí) Ray Loriga. La historia de un dealer que viajaba por todo el mundo vendiendo una droga capaz de borrar todos los recuerdos me atrajo en principio por su portada, pero después me tomó tan solo un par de días leerlo.
A partir de ahí, quedé enganchado. Me dediqué a buscar en librerías de viejo sus novelas anteriores (que en aquella época eran muy difíciles de conseguir) y así seguí pendiente de cada uno de los títulos que fue publicando. Por eso, cuando hace dos meses se anunció que Loriga había sido elegido ganador del Premio Alfaguara por la novela Rendición, fui feliz.
El libro trata sobre una pareja de ancianos que, en un mundo sumido en una misteriosa guerra, se ven obligados a abandonar su hogar. El gobierno les ha pedido que se muden a la ciudad transparente (un lugar donde no hay privacidad y no es posible sentir miedo) con muy pocas pertenencias porque el enemigo está cerca. Con sus dos hijos lejos de casa, peleando en el campo de batalla, su única razón para continuar es un pequeño de nueve años que ha llegado de la nada y a quien han decidido adoptar.
Como el resto de la obra de Loriga, Rendición está compuesta por frases que parecen resultado de un proceso tortuoso, que supone mucho esfuerzo, nostalgia y dolor. Parece que piensa muy bien lo que escribe, que los libros no le salen fácil, o sí, pero a costa de algo más. Que es capaz de meterse muy adentro de la mente de sus personajes y eso le da una profundidad distinta a su trabajo.
La novela se presentará el jueves 22 de junio en el Lunario del Auditorio Nacional (Paseo de la Reforma 50) a las 19:30. Además del autor español, participarán Guillermo Fadanelli y Guillermo Arriaga.
Ray Loriga,
Alfaguara, México,
2017, 210 páginas,
$299