A unos pasos de Polanco y del Bosque de Chapultepec se encuentra la colonia Anzures, que lleva los nombres de científicos, escritores y pensadores europeos, y ha logrado mantener una vida tranquila, más allá de las vías rápidas que la atraviesan
Este cuadrante debe su nombre a un antiguo rancho, fraccionado en la década de los veinte por la Anzures Land Company, propiedad del inglés Weetman D. Pearson, vizconde de Cowdray. Con ese patrocinio, una de las primeras construcciones fue el Sanatorio Cowdray, inaugurado en noviembre de 1923; para 1941, esta institución se convirtió en el Hospital ABC, y luego de su mudanza a Observatorio en los años sesenta, el sitio fue ocupado por el hotel Camino Real, que permanece hasta nuestros días en el número 700 de la Calzada Mariano Escobedo.
La avenida Darwin conserva el sinuoso trazo del Río de los Morales; hacia el oriente, este cauce se unía al de San Joaquín en un punto conocido como “La Playa” para formar el Río del Consulado. Muy cerca, el transitado cruce de Gutenberg y Thiers originalmente fue una glorieta, adornada con una curiosa fuente que combina efigies humanas y varias figuras de búhos, además de elementos acuáticos como cangrejos y pulpos, y se distingue en los momentos finales de la cinta Las tres perfectas casadas, de 1953. Años después, esta escultura fue trasladada a la Plaza Melchor Ocampo, a un costado del Circuito Interior, donde aún se puede visitar. La pequeña fuente de Víctor Hugo y Shakespeare no tuvo la misma suerte y ya no existe, aunque continúan en pie los prados y las palmeras que la rodeaban.
Entre los estilos que caracterizan a las viviendas de la zona, el primero en llegar fue el colonial californiano, del cual sobreviven varios ejemplos, como la casa de Goethe 63, la de Bradley 93, la de Thiers 61 o la de Cuvier 45; todas destacan por su tamaño, que en el segundo caso alcanza una manzana completa, y por los elaborados detalles de cantera que lucen en sus fachadas. Otro ejemplo notable fue la propiedad que perteneció al presidente Plutarco Elías Calles, en la esquina de Mariano Escobedo y Tolstoi, y más tarde dio paso a un estacionamiento.
Los departamentos de Lafayette 27 y de Michelet 7 son muestras de la corriente llamada Streamline Moderne, que busca un diseño aerodinámico y en ocasiones recuerda el de los grandes barcos. En la misma época, el Movimiento Moderno dejó huella por toda la ciudad, con propuestas como el edificio de Melchor Ocampo 417 o el del Ejército Nacional 64; también hay que hacer una escala en el templo de Cristo Rey y Santa Mónica, en la calle de Leibnitz, planeado por Mario Pani en 1947, y en el Edificio Anzures, en Ejército Nacional 20, que es obra de los arquitectos M. del Corral y J. Díaz Padilla, y aparece en la célebre secuencia inicial de Ciudad de ciegos, filmada en 1990.
Al norte se extiende la colonia Verónica Anzures, cuya nomenclatura alude a diversas bahías del continente americano, y de lunes a viernes está poblada por los trabajadores de empresas y oficinas públicas que han motivado el surgimiento de múltiples opciones para comer. El principal emblema de la zona es la Torre Ejecutiva de Petróleos Mexicanos, que fue la más alta de la capital durante casi dos décadas y hoy retiene el cuarto lugar; este proyecto estuvo a cargo del arquitecto Pedro Moctezuma, y contemplaba la creación de una explanada sobre la avenida Marina Nacional que nunca se realizó.
Entre los inmuebles que marcaron la historia del rumbo se halla el Colegio Franco Inglés, que abrió sus puertas en 1912 y por un tiempo fue la sede del Liceo Franco Mexicano. Los jardines y pabellones de este centro educativo perduran sólo en la memoria, pues fueron reemplazados por el centro comercial Galerías de las Estrellas. Hasta entonces, la opción más próxima para ver una película eran los Cinemas Anzures, en Bahía de Todos los Santos 190; antes de dedicarse al séptimo arte, este inmueble fue el Frontón Metropolitano, que tuvo una amplia popularidad entre las mujeres e incluso albergó una competencia de exhibición durante los Juegos Olímpicos de 1968, y ahora sobrevive en el abandono.
Fotos: Lulú Urdapilleta