Fotografía: cortesía. Texto por Ana Paula Domínguez
Hace unos días murió mi primo más querido, con el que aprendí a andar en bicicleta y el que se volvió mi mentor y consejero a lo largo de la vida. Aunque lo veía poco porque vivíamos en distintas ciudades, estábamos siempre conectados.
El domingo pasado lamentablemente falleció también el gran periodista Ricardo Rocha, quien verdaderamente en vida fue una gran expresión de generosidad y contribución. Siempre veía la forma de apoyar para difundir los Encuentros de Yoga y eventos que llevo organizando desde hace 20 años. Que vuelen alto ambos y todos aquellos que se van.
Por eso hoy quiero platicar contigo sobre la muerte, porque es algo que a todos nos sucederá pero poco se habla.
Desde las tradición de la medicina ayurveda, cuando alguien muere, primero se disuelve el elemento tierra que representa el cuerpo; luego el elemento agua que representan los fluidos en el cuerpo, luego el fuego, que representa la temperatura, la digestión, sigue el aire, que es el aliento de alguien cuando es declarado sin vida. Pero el elemento éter o espacio, que percibimos a través del sentido del oído, no se sabe por cuánto tiempo más después de que la respiración cesa sigue latente.
Por eso no es casualidad que, tanto en la religión católica como en distintas tradiciones espirituales, cuando alguien muere, se les se lean oraciones, se repita el Rosario o mantras para calmar el espíritu de aquel que ha partido.
Aunque siempre es mejor decir lo que uno siente en vida, en ocasiones la muerte llega de forma tan intempestiva que nos aleja de esa posibilidad de manifestarlo, por eso reconforta saber que se puede decir en las horas o días siguientes en las que alguien ha partido.
En las tradiciones del budismo tibetano, como lo señala el maestro de meditación Wojtek Plucinski, a los muertos se les prende una veladora por 49 días y se les hace una mezcla de harina con mantequilla para “alimentar su espíritu” y darles claridad mental mientras están en el bardo.
“La palabra tibetana bardo literalmente significa ‘estado intermedio’, también traducido como ‘estado de transición’ o ‘periodo de cambio’ y, de manera genérica, se utiliza para referirse al periodo que transcurre entre dos encarnaciones”, como comenta el antropólogo Josep Ma. Fericgla.
Concluyo con esta frase de Eurípides:“Quién sabe, puede que la vida sea la muerte; y la muerte, la vida”.
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