Se cuenta que un día Diego Rivera y José Clemente Orozco se preguntaron “¿Quién es el hombre que dibuja mejor entre todos nosotros?”, a lo que ambos respondieron sin duda alguna: Ernesto García Cabral.
Nacido en Veracruz en 1890, Cabral fue un artista desde chiquito. A los cuatro años ya mostraba un talento fuera de lo común y a los doce se convirtió en maestro de dibujo en Huatusco, su pueblo natal. Pero su genio pedía más, y a los 17 años obtuvo una beca para estudiar en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México, donde estuvo dos años. Ahí le entró a la caricatura política, lo que provocó que Francisco I. Madero, entonces presidente del país, fuera víctima de su pluma y con tal de mantenerlo lejos, le ofreciera otra beca para estudiar en París. A su partida siguen años de vida bohemia, miseria, amores, viajes a España y a Argentina que lo trajeron de regreso hasta 1919. A partir de entonces, se dedicó a dibujar caricaturas, portadas de revistas y carteles de películas, prácticamente hasta su muerte. “El Chango”, como lo conocían, fue amigo e ídolo de celebridades como Agustín Lara, Cantinflas, Jorge Negrete, Salvador Novo y María Félix, entre una larguísima lista.
Es, para muchos, el mayor representante del art noveau en México y, en palabras del escritor Juan José Arreola, “el hombre que más ha dibujado a México”. Pero esto no lo tenían muy claro sus hijos Ernesto, Vicente y Eduardo García Cabral Sans, quienes recuerdan a su padre como un hombre humilde comprometido con el trabajo y con el arte, más que con la idea de ser artista. El Chango dibujaba todos los días y en cualquier lugar, pero las relaciones públicas no eran de su interés, tanto que en vida tuvo una sola exposición y eso porque sus amigos lo obligaron. Este descuido provocó que parte de su obra se extraviara y que su nombre perdiera la fuerza que tuvo durante toda una generación.
Pero en 1977, Ernesto hijo tuvo un encuentro con Juan José Arreola, gran admirador de El Chango, que le mostró una faceta de su padre que no conocía: la del genio artístico, la del llamado mejor dibujante mexicano del siglo XX. Motivado por esa coincidencia, un año después se fundó el Taller Ernesto García Cabral, que representa la unión de los tres hermanos con el afán de rescatar a su padre del olvido y hacerle justicia a su trabajo. Lo que empezó como una simple labor de rescate se convirtió prácticamente en la ocupación de Ernesto, Eduardo y Vicente, quienes parecen haberse convertido en la extensión de la leyenda de su padre. A lo largo de los años, este trío se ha dedicado a recuperar, catalogar, digitalizar y difundir la obra de Ernesto García Cabral. A más de tres décadas de dedicación han logrado ya producir dos documentales (La vida en un volado y Cabral. Maestro de la línea), varios libros, exposiciones y, lo mejor, que el archivo personal de El Chango (compuesto por más de doce mil dibujos originales) haya sido reconocido por la UNESCO como Memoria del Mundo. El rescate de la obra de Cabral no sólo es un acto de justicia para él, sino también para nosotros, quienes a partir de la generosidad de sus hijos podemos asomarnos un poquito por la ventana del pasado.
El Taller Ernesto García Cabral se encuentra en 5 de mayo N. 12 en San Ángel, y aquí puedes comprar pósters, libros, documentales y litografías de la obra de El Chango.
El último documental Cabral. Maestro de la línea es una coproducción del Taller con la UNAM y cuenta la vida del artista desde su juventud hasta sus últimos años.
El Archivo Ernesto García Cabral se puede comprar en el Taller y cuenta con documentos personales del dibujante, fotografías, videos y gran cantidad de obra.
(Miréia Anieva)