¿Odias el reguetón? No estás solo. Sin embargo, tras el éxito monumental de “Despacito”, parece estar más arraigado que nunca. O sea que mejor empieza a aceptar la idea de que no se va a ir pronto
En diferentes ocasiones he encontrado en redes sociales una sentencia que me da mucha risa porque me parece ridícula: “El reguetón no es música”. Me dan ganas de responderles: ¿Y entonces qué es? ¿Una fruta tropical? ¿Un juego de mesa? ¿Un electrodoméstico?
Los que odian el reguetón, aunque no son pocos, son minoría. Hoy es uno de los géneros más populares del planeta y particularmente de los países hispanoparlantes. Quizá sea tan odiado justamente por su omnipresencia. O porque molesta la frivolidad de sus letras y su alto contenido sexual. Quizá lo odian por motivos clasistas o racistas. Porque atenta contra la moral y las buenas costumbres. Por ser políticamente incorrecto y rampantemente misógino en algunos casos. Supongo que cada quien tendrá sus razones para detestarlo.
Yo creo que hay canciones de reguetón geniales y otras que son auténticos bodrios, como en cualquier género. Hay genios y torpes. Visionarios y oportunistas. Por ejemplo, ¿los entusiastas del grunge serían capaces de defender a todos los artistas y todos los discos a los que se les embarró esta etiqueta? No creo. El reguetón, nos guste o no, es un reflejo de las calles de Latinoamérica. Consecuencia y espejo de lo que acá se vive y se siente.
Hoy por hoy, la canción número uno del mundo es un cruce entre el pop latino y el reguetón que se llama “Despacito”. Confieso que yo —a pesar de haberse estrenado en enero de este año— no la había escuchado hasta hace un par de semanas, cuando me llegó vía WhatsApp el video viralizado en el que aparecen unos italianos que empiezan quejándose cuan genérica y boba les resulta la canción, para luego acabar rendidos ante su inevitable pegajosidad. Los intérpretes de la obra son Luis Fonsi —hasta hace poco un cantante puertorriqueño de media tabla— y el veterano Daddy Yankee, una de las figuras más relevantes del género. Luego apareció una versión a la que se suma el cantante más popular de esta década, Justin Bieber, lo que catapultó la canción al primer lugar de las listas en Estados Unidos, el mercado más grande y lucrativo del mundo. Dice la leyenda que Bieber se encontró la canción una y otra vez mientras hacia gira por Colombia y le gustó tanto que le pidió a Fonsi que le dejara aportarle algo.
Hace casi tres lustros, cuando Daddy Yankee quemaba la radio con “Gasolina”, no faltó quien le asegurara una muerte próxima al reguetón. Error de cálculo. Sigue vivo y coleando, más vigoroso que nunca. Se fue de paseo a Colombia, donde generó a dos de sus más grandes estrellas —Maluma y J Balvin— y volvió de regreso a casa, a Puerto Rico. No hay ningún indicio de que vaya a extinguirse. “Despacito” irá perdiendo fuerza, lentamente dejará la radio, y solo se nos aparecerá en bodas junto a “Aserejé” o “La Macarena”, pero a los que odian el reguetón, yo solo les digo una cosa: por el bien de su tranquilidad, acostúmbrense. Esto está lejos de acabarse.