Cuántos recuerdos de Juegos Olímpicos. El más antiguo es de Moscú 80: mis padres, frente a la televisión, indignados por la injusta forma con la que algunos jueces calificaban los clavados de Carlos Girón. Y aunque cuando eso ocurrió yo era un niño muy pequeño, y a pesar de que entre poco y nada recuerdo los clavados, sigo convencido de que le robaron el oro. Otro recuerdo similar, la descalificación de Daniel Bautista —entonces poseedor del récord mundial de los 20 kilómetros y medallista de oro en los Juegos anteriores— cuando punteaba a menos de dos kilómetros de llegar a la meta. Mi relación con los Juegos Olímpicos no empezó de la mejor manera.
Sin embargo ya no creo que los dioses del Olimpo odien a los mexicanos. Personajes como la gran Soraya Jiménez, Fernando Platas, Ernesto Canto, Ana Gabriela Guevara y la selección Sub 23 modelo 2010 se han encargado de demostrarnos lo contrario. Además, las medallas son lo de menos: unos Juegos Olímpicos son el gran espectáculo de la humanidad gane algo tu país o no. Citemos las trilladas, pero siempre puntuales del padre del olimpismo moderno, el barón Pierre De Coubertin: “Lo importante en los Juegos Olímpicos no es ganar sino participar. Lo esencial en la vida no es conquistar sino dar buena lucha”. ¿Pueden pensar en algo que los supere? Yo no.
Otra cosa por la que los Juegos me resultan apasionantes: además de todo lo que sucede en las pistas, en las piscinas, en las canchas, en los auditorios o en los cuadriláteros hay que sumar lo que ocurre en las gradas, en la Villa Olímpica, en el ámbito de la política internacional durante los juegos. A partir de todo estos elementos es posible tener un retrato del mundo en este momento.
Gracias a mi oficio he tenido la oportunidad de ir a espectáculos de gran magnitud, como Mundiales de futbol y a todos los festivales de música que se puedan imaginar. Pero nunca había tenido la oportunidad de estar en una justa olímpica hasta ahora que se me está invitando a vivir la Experiencia VISA en los Juegos Olímpicos de Río 2016, y debo confesar algo: estoy muy emocionado. Conozco Río, una de las mejores ciudades del mundo, pero no logro imaginar cómo se ha transformado para recibir este evento. Ya me urge de primera mano ver qué está pasando en sus calles, en los eventos deportivos, en sus playas y en sus noches. Ahí vamos.