Para Saner, el grafiti no se puede estigmatizar, ya que algunos muros sirven para contar historias que pueden ayudar a reconstruir comunidades. Su nombre proviene del idioma inglés y significa “estar sano o cuerdo mentalmente”. Para el artista es una ironía y una forma de decir que hacer grafiti es algo sano en un mundo de locos
“A veces extraño estar en las calles, pero busco la forma de seguir ahí”, dice Edgar Flores, mejor conocido como Saner, respecto al grafiti. Saner es un artista e ilustrador mexicano que ha expuesto su obra en nuestro país, Europa y Estados Unidos. “No es que lo haya dejado, sino que busco la forma de retomarlo pero de una manera constructiva”, comenta. Uno de esos proyectos es Kobén, un libro de ilustraciones que acaba de publicar con la editorial Edelvives.
¿De dónde salió la idea de hacer Kobén?
En parte es un tributo a nuestro perro Kobén. El libro fue un reto. Siempre estoy abierto a proyectos dentro de la gráfica y era algo que nunca había hecho. Me pareció muy interesante la propuesta de generar un libro desde cero, ilustrado para pequeños y no tan pequeños. La historia es fácil de digerir para todos y crea un vínculo con cosas que han vivido. Es un libro que está dirigido a cualquier persona que le guste la ilustración.
Trabajar en él me ayudó a descubrir el poder de lo que está hecho con amor, porque la respuesta en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil fue increíble, no sólo por la gente que me sigue, sino por los que abrían el libro y les gustaba mi trabajo. Esto ha pasado no sólo en México, hay gente que lo ha comprado en Europa y en Estados Unidos. El libro no está traducido a otros idiomas, lo lee la gente que sabe español, aunque también está construido para que visualmente todos puedan entenderlo. Romper esas fronteras es algo increíble.
Has expuesto en varios lugares y tus obras son conocidas, pero ¿cómo empezaste en el grafiti y en el diseño?
En el grafiti me interesé cuando tenía 17 años. Dibujo desde los tres y cuando crecí quise experimentar un formato diferente. Fue cuando vi la posibilidad de trabajar con una herramienta como el aerosol. También me llamó la atención que la ciudad empezaba a tener demasiado grafiti y había personas que hacían cosas increíbles; me contagió el querer estar en la calle.
Estudiar Diseño fue un azar. Cuando tomé la decisión de escoger una carrera, mi primera opción era una ingeniería, pero mi promedio no alcanzaba porque era de alta demanda, así que la gente que te orienta me dijo que escogiera otra carrera y me fui a Diseño gráfico.
Muy vagamente tenía idea de lo que era, porque pocas veces lo comentaban en las clases. Después me dije “a mí me gusta dibujar y esto es lo que podría hacer”. Entonces vi las carreras Artes plásticas y Diseño gráfico. La primera no la escogí por el estigma que se tiene de que como artista no vas a sobrevivir, y como diseñador era una incógnita. Definitivamente escogí la mejor opción.
Tu estilo está muy definido por elementos mexicanos como las máscaras. ¿Cómo llegaste ahí?
Fue una búsqueda de identidad. Mientras estudiaba, empecé a trabajar y durante todo ese tiempo dejé de pintar grafiti, fue como entrar a la madurez. En Diseño aprendí muchos conceptos, a formalizar las ideas y aterrizarlas en un lenguaje visual. Descubrí un libro en el que había gente haciendo trabajos no necesariamente tipográficos, como los grafitis, sino que hacía personajes y eso me cambió un poco el panorama.
Después de eso llegó un momento de caos en el que dije “estás copiando y no tiene un sustento lo que estás haciendo, no hay un valor más allá de lo estético”. Entonces varias cosas me llevaron a encontrar mi estilo. Yo creo que a partir de una invitación que me hicieron para trabajar en un proyecto sobre nuestras raíces prehispánicas, fue que me surgió la necesidad de hablar sobre qué es México para mí, e hice un personaje inspirado en Posadas y las calaveras de dulce.
Justamente en esa transición de buscar información pasaron varias cosas: fui al tianguis de la Lagunilla y había un señor vendiendo máscaras tradicionales, una señora mexicana quería comprarlas y le ofreció menos dinero del que pedía de una manera casi arrogante, él no las vendió y al final un señor extranjero se llevó dos piezas por el precio más caro. Entonces, de alguna manera, vi mi necesidad de expresar que si nosotros no valoramos lo que tenemos, obviamente va a llegar alguien más y nos lo va a quitar. Ese fue mi primer acercamiento con las máscaras. Es mi manera de preservar lo que tenemos como mexicanos.
¿Crees que el arte sirve para hacer denuncia social o política?
Es el ejemplo de un momento, representa esas voces que quedan guardadas en el tiempo y que de alguna manera sirven como acervo histórico. Desde mi perspectiva, no puedes quedarte callado con todo lo que está sucediendo y mi mejor manera de poder decir algo es con la plástica.
(Fotos: Cortesía)