De lejos parece una iglesia más, bonita, discreta. Pero ya de cerca y en el interior sobresalen sus particularidades: muchas banderas de México, profusión de ornamentos dorados, candiles de pedrería. No, no es Galerías El Triunfo: es el Santuario Eucarístico de Nuestra Señora de Guadalupe y la Hostia Sangrante.
Cuando aún era un templo católico, en marzo de 1978, una hostia se convirtió en carne y sangre. Ante esta anormalidad, el párroco José Camargo Melo acudió con su jefe, el obispo Eduardo Dávila de la Garza. Fueron a varios laboratorios y a certificar ante notarios que la hostia no era de harina, sino de tejidos humanos. Ambos pidieron al Vaticano que les reconocieran el milagro, pero los batearon. Como estaban convencidos de su autenticidad, fueron excomulgados y formaron su propia iglesia disidente. Se quedaron con la construcción y tuvieron mil broncas por eso —Camargo hasta estuvo en la cárcel—, pero hoy están establecidos y hasta hay “sucursales”, aunque ésta es la mera mera.
La Hostia Sangrante está en un recipiente que, a su vez, se encuentra en un nicho especial. Hay todo un sistema automatizado que funciona por control remoto para que el receptáculo sagrado haga una aparición espectacular. Es como del Dr. Chun-Ga.
A lo largo de la iglesia, de un lado hay vitrales de santos; del otro, copias amplificadas de los exámenes de laboratorio que le hicieron a la hostia para comprobar que lo que la manchaba no era cátsup ni pinturita, sino sangre: con sus eritrocitos, esférula, leucocitos y toda la cosa. Para continuar con la temática sangrienta, en un rincón está una figura del Niñito Cieguito, con las cuencas de los ojos vacías y lágrimas de sangre. Es una de las imágenes religiosas más perturbadoras de la ciudad; parece portada de disco de black metal.
El templo está en la esquina de Zoquipa y Cucurpe, en la colonia El Parque, cerca del edificio delegacional de Venustiano Carranza.