Forrest Gander habla sobre el origen de su novela más reciente, libro que acaba de ser publicado en nuestro país por la editorial Sexto Piso
Finalista del Pulitzer de Poesía en 2012, Gander aborda en su novela más reciente la historia de una pareja en busca de las huellas del escritor Ambrose Bierce, quien desapareció en nuestro país durante la Revolución.
¿Cómo surgió El rastro?
Me interesa el concepto de rastro como una obsesión. Por ejemplo, aquí desaparecieron 43 estudiantes y es inevitable preguntarse por qué los padres de esos jóvenes deben mirar cada día hacia un abismo, buscando un rastro de vida.
La trama gira en torno a Ambrose Bierce, quien desapareció en el desierto buscando a Pancho Villa. En varios lugares de México existen, al menos, cuatro testimoniales sobre su muerte, pero al parecer todo forma parte de un mito.
Los protagonistas, una pareja que busca los rastros del escritor, escudriñan en lo que queda de sus propias vidas. El desierto, entonces, se convierte en un vehículo de confrontación.
Yo nací en el desierto de Mojave, y podría decir que es una metáfora de la página en blanco, un lugar muerto. Pero, si se presta atención, en realidad es un mundo que no necesita la vida humana. Se trata de un lugar lleno de humildad, y esa es su gran enseñanza. Los indígenas de América Latina y América del Norte viajaban al desierto para recibir una visión que pudiera transformarlos: allí la fragilidad de la condición humana se confronta con fuerzas mucho más grandes.
Como se sabe, Bierce participó en la guerra civil estadounidense y estuvo muy interesado en la muerte y, particularmente, en cómo los sucesos violentos transforman la percepción. En mi novela, la muerte es importante, pero se aborda de una forma distinta: en México la muerte forma parte de la comida, los rituales y la vida misma; en Estados Unidos es distinto: parece que está escondida, y estas diferencias son experimentadas por los protagonistas.
Para cerrar mi respuesta, este viaje iniciático es ficticio, pero también está inspirado en una experiencia que viví: éramos dos personas adentro de un coche, en un desierto —o dos desiertos— viviendo una situación muy difícil.
¿Tu escritura ha sido influida por tu profesión como geólogo?
Gracias a la Geología he aprendido a leer elementos particulares del mundo. Una línea o un par de piedras en la estratigrafía de un paisaje permiten entender el pasado, el presente y quizá el futuro. Se trata de prestar atención a un fragmento, y eso es lo que intento mostrar en El rastro: creemos que nuestras vidas forman un todo, cuando es muy probable que estén construidas por fragmentos y rastros.
¿A quiénes nombrarías como tus principales maestros?
Juan Rulfo, Cormac McCarthy, Brian Evenson y Clarice Lispector —quien condensa escenas emocionales en imágenes muy potentes—. También me marcó la fotógrafa Graciela Iturbide.
¿Cómo ha sido tu relación con México?
La primera vez que llegué a la ciudad fue en 1981. Después viajé a Guanajuato y, al poco tiempo, a Dolores Hidalgo, donde viví seis meses y empecé a traducir a poetas como Pura López Colomé, Coral Bracho, Valerie Mejer Caso y Alfonso D’Aquino para ayudarme a aprender la lengua.
Diez imperdibles
Forrest Gander recomienda estos títulos
Via Corporis, de Pura López Colomé
One with others, de C.D. Wright
Zurita, de Raúl Zurita
La suma de los ceros, de Eduardo Rabasa
Moby Dick, de Herman Melville
Y Seiobo descendió a la Tierra, de László Krasznahorkai
The Warren, de Brian Evenson
El libro de las preguntas, de Edmond Jabès
Alfabeto, de Inger Christensen
La hora de la estrella, de Clarice Lispector
Foto: Lulú Urdapilleta