Enrique Vila-Matas se da a la tarea de narrar una parte secreta —pero no oculta— de diferentes artistas que forman una sociedad que los lleva a viajar por diferentes partes del mundo, buscando el significado vacío de producir una obra que no sobrevivirá al tiempo.
Historia abreviada de la literatura portátil, libro recién editado por la editorial Debolsillo —quienes además sacaron de nueva cuenta varios títulos del escritor barcelonés—, juega con el lector que se le acerque a sus páginas.
En una primera lectura se podrían confundir las anécdotas narradas con hechos que sucedieron en la vida real, pero al poner especial atención en los nombres, lugares y sucesos, el lector se dará cuenta de que Vila-Matas, lejos de jugarnos una broma, nos lleva de la mano por París, Nueva York, Praga, Trieste y África para develarnos algo mucho más importante: la finalidad del grupo de iniciados.
Desfilan como en un cuadro lleno de elefantes surrealistas personajes como Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Paul Klee, Georgia O’Keeffe, Walter Benjamin, Francis Picabia, Federico García Lorca, Juan Gris, César Vallejo, Scott Fitzgerald, mínimo porcentaje de los descritos por el narrador, quienes forman parte de la sociedad secreta shandy, que además de ser una bebida también significa ser una persona alegre, voluble y chiflada.
Para pertenecer a este círculo invisible, cada uno de los interesados debe cumplir ciertos criterios: que su obra sea portátil, rechazar toda idea de suicidio, no dejar que la vida de pareja lo determine, tener afinidad por la negritud, entre una serie de requisitos tan insólitos como innecesarios.
La prosa de Vila-Matas se va clavando bajo la lengua a cada página mientras descubrimos que los artistas no han estado viajando solos, sino que los persiguen, “acompañados por las sombras de una conspiración paralela a la nuestra, una conspiración fantasmagórica pero perceptible”.
Vila-Matas se vuelve un mago cuyo único truco es poseer una mano invisible con la cual va arrojando pintores, poetas, narradores y mujeres fatales en el tablero-mapa de la historia, y con ello, ser el director de orquesta que hará un relato único e irrepetible, por su condición ficticia, para “desaparecer con la arrogante velocidad del relámpago de la insolencia”.