Siete días, tres ciudades visitadas, cuatro partidos de fútbol y una realidad, que a momentos parece alterna
Así fueron mis primeros días en Rusia. Un país que claramente vive bajo sus propias reglas y en donde pareciera que está totalmente prohibido sonreír.
Parece que para los rusos, una sonrisa, lejos de ser un gesto de cordialidad, es motivo para desconfiar de la gente. Y es que ¿por qué tendría que sonreír la gente en un territorio que lleva más de 100 años envuelto en revoluciones, guerras civiles, crisis económicas, sociales y geopolíticas?
Por el contrario, los modos directos, simples y sin demasiada cordialidad ayudan a que las cosas fluyan mucho mejor. Claro, si hablas ruso, porque si no, estás perdido.
Y es que lo lógico sería pensar que, como sede de dos de los máximos eventos deportivos que existen en el planeta—como son los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi o el Mundial del 2018—, los rusos mostrarían un poco más de apertura con el turismo.
La supervisión gubernamental es constante, mas no invasiva. Y sí, sé que suena contradictorio, pero un ejemplo es que, para conectarte a internet, es necesario registrarte de cierta forma para que tus conexiones pueden ser rastreadas. Pero una vez que te registras, pasarán varios días antes de que tengas que volver a hacerlo. En las calles hay muchos policías, decenas de ellos, pero es muy difícil que te intercepten o se metan contigo.
Para entrar a los hoteles y a algunos restaurantes, debes pasar por un control de seguridad similar a los que hay en los aeropuertos, con detectores de metal y maquinaria de rayos X para las mochilas o maletas, mientras que para entrar a los aeropuertos debes pasar doble control de seguridad. Uno para siquiera poner un pie dentro de cada terminal aérea, y el otro para poder abordar el avión a tu destino.
¿Les dije que pareciera que los rusos están de malas todo el tiempo?
Aquí no se vale decir que algo está mal. En primera, porque dadas las carencias que vivió esta región, lo que es es lo que hay, y en segunda, porque básicamente la gente de este lugar fue educada para no quejarse.
Una de las frases del viaje que más se me quedaron grabadas fue cuando una guía de turistas presumía a un grupo de visitantes mexicanos que la policía “ahora ya no te mata, al menos no tan rápido”.
La carcajada fue generalizada, pero dentro de ella también es imposible no pensar en esa realidad. Una realidad que puede parecernos lejana, pero que cuando revisamos los brutales abusos policiacos y militares que se registran en nuestro país, no podemos ignorar que estamos realmente cerca de ese mismo autoritarismo.
Estamos a un año del Mundial y Rusia parece estar lista para recibir la Copa. Muy a su modo y sin muchas sonrisas de por medio. Pero si hay un destino que puede ayudarnos a tener otra narrativa de la historia y de la realidad a la que estamos acostumbrados a vivir y escuchar, ese es claramente Rusia.
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