Todos creemos que las vacaciones son fiesta, alegría y diversión, hasta que ese ansiado viaje se vuelve en una pesadilla que nos ahoga en estrés
La primavera está aquí y seguramente somos muchos los que hemos comenzado a babear con la llegada de la Semana Santa. No porque seamos unos católicos apostólicos ni romanos (bueno, no todos pues), sino porque con ella, llega uno de los momentos más esperados por todos: ¡las maravillosas vacaciones de Semana Santa!
Sin embargo, la llegada de estos días de asueto trae consigo ese extraño fenómeno en donde la alegría por tener “todo el tiempo para hacer lo que queramos” se convierte en un bloqueo y ataques de angustia al querer elegir “el plan correcto” y no quererla regar. ¿Y adivinen qué? No es por ser mala leche ni mucho menos, pero cuando uno entra en este modo, ¡siempre se quedará con la sensación de haberla regado!
Probablemente les haya tocado experimentar este síndrome cuando prendes la televisión, abres Netflix y pierdes las dos horas libres que tenías ¡tratando de escoger la película correcta!
Bueno, pues en las vacaciones ocurre exactamente lo mismo. ¿Un Acapulcazo? Suerte con el aperre en las carreteras. ¿Viajas por avión? Prepárate para que alguna sobrecargo te diga que tu vuelo esta “sobrevendido” y que “no puede hacer nada”, por lo que te pide comunicarte a un teléfono en donde te dejarán esperando dos horas, antes de decirte que “tampoco pueden hacer nada” por lo que te recomiendan estar bien pendiente de los próximos vuelos disponibles.
¿Y qué tal si eres de los que no pidió vacaciones y ahora eres ese desesperado que se quiere colar al plan que sea con tal de escapar a cualquier lado?
Si me preguntan, la mejor opción para las vacaciones siempre es pedir vacaciones después de las vacaciones. ¿Que cómo dije? Me explico: cuando llegan las vacaciones todo mundo enloquece, salen los planes por aquí, por allá, noticieros con interesantísimos reportajes en los que muestran a pura morra en bikini para decirnos que la ocupación hotelera está hasta el zoquete en todos lados. Carreteras paradas de tráfico. Aerolíneas sobrevendiendo vuelos a más no poder. Restaurantes, bares y discotecas “echándole aguacatito” a todos sus precios, y una serie de peripecias que terminan por estresarnos, en vez de relajarnos. Por el contrario, si eres paciente y dejas que todo mundo se vaya de vacaciones, tendrás algunos días en donde el flujo de la chamba disminuya, podrás salir temprano de la oficina sin encontrar tráfico en la ciudad y, justo cuando regresen todos esos aperrados, ¡podrás irte de vacaciones para encontrar todo vacío y a muy buen precio!
Y si se preguntan cómo es que he llegado a esa conclusión, es justamente porque soy de los aperrados que saldrá en estos días, así que nos volveremos a leer en un par de semanas. ¡Felices vacaciones!
Fotos: Cuartoscuro